𝑆𝑖𝑒𝑡𝑒

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El tiempo transcurría lento a su lado por el simple hecho de gozar cada segundo de sus compañías, se miraban continuamente para poder corroborar que lo que pasaba no era otro de sus sueños más íntimos.

Estaban compartiendo algunos recuerdos que habían vivido juntos mientras aún se ubicaban uno frente a otro con sus piernas cruzadas, abrazados por la calidez del ambiente.

Visenya jugó con sus dedos mientras escuchaba las historias de Aemond, algunas bastante tristes y otras que la dejaban sin palabras, sobre todo aquellas que involucraban a los mismos Jace, Luke y Aegon, todos eran crueles entre si y siempre se excedían demasiado, no justificaba sus comportamientos en lo absoluto.

–  ¿Qué me dices tú?

– ¿Sobre mi? – preguntó ella.

– Si, háblame sobre ti, por favor.

Aquello había sonado más como una suplica que una pregunta como tal y es que anhelaba saber de ella.

– No tengo historias interesantes más que mi caída sobre el arsenal de entrenamiento.

Aemond suspiró, no podía quitarse la imagen de la cicatriz de su mente y estaría allí toda su vida, sin embargo deseaba preguntar más sobre eso, cual era el motivo en si.

– Siempre fuiste excelente para montar, ¿por qué caíste de tú hydra?

Visenya sintió sus mejillas arder en fuego, se abstuvo de comentar algo vulgar netamente por la índole de la conversación y por que la mirada de preocupación del chico esperaba una respuesta seria.

– Me distraje con algo y no tuve tiempo de sostenerme de la montura entonces caí sobre las espadas perdiendo la consciencia, al día siguiente desperté boca abajo en mi cama y no podía ponerme de pie, el malestar de la costura de la herida no me lo permitía, sentía todo mi cuerpo entumecido por el dolor.

– Cuanto lo siento, el suplicio debió de haber sido intolerable.

– Lo fue, pero estoy bien ahora y mi cicatriz luce tal como una larga serpiente.

La risa de la monarca regresó la dulzura al ambiente y ahora el sueño comenzaba a apoderarse de sus cuerpos, sin embargo Aemond luchó por permanecer despierto y observar la tan adormilada presencia de Visenya, sus parpados caían mientras se apoyaba de su mano y bostezaba cada ciertos momentos, negándose a morfeo.

– Debería regresar a mis aposentos, me estoy quedando dormida.

El se levantó de la alfombra y le tendió las manos, ella las tomó y se puso de pie, hubo una cercanía más precisa que la anterior y ambos lo notaron, el acomodó la tela del camisón que caía por el hombro desnudo de la mujer devolviéndola a su lugar mientras brindaba una suave caricia.

– Gracias por permitirme estar aquí.

– Gracias a ti por venir, tu confusión me trajo una excelente compañía nocturna.

Visenya asintió con esa bella sonrisa en su rostro mientras se dirigían a las puertas, el las abrió para ella y la vio desaparecer de sus propios aposentos, ahora en las afueras de su cuarto, antes de fundirse por los pasillos se devolvió en su cuerpo para despedirse.

– Buenas noches, príncipe.

– Buenas noches, majestad.

Nya caminó por los pasillos con su corazón latiendo a mil por hora, ubicó las puertas de su cuarto y entró con rapidez, cerrando las maderas tras su espalda, apoyándose en ellas unos segundos antes de avanzar hasta su cama.

Se recostó junto a Rhaella quien yacía durmiendo tan pacíficamente que evitó cualquier movimiento que pudiese despertarla, sin embargo la menor buscó apegarse a su cuerpo y abrazarlo, se apoyó en el pecho de Visenya y allí continuó su siesta plácidamente.

Valensys | Aemond Targaryen. (EN REMODELACIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora