– ¿Vas a dejar de vigilarme o planeas pasar toda una noche conmigo?
Aemond le dedicó una corta mirada y luego dirigió su vista al libro entre sus manos, pasando una página con cuidado sin decir nada ante la pregunta, silencioso.
Visenya estaba a su lado en el otro diván mientras jugaba con sus cabellos y cerraba sus ojos, según el maestre (palabras de Aemond) no debía de cargar nada que pudiese sentirse pesado así que el mismo le prohibía toda acción que incluyese mover en "exceso" sus manos.
– Es una ridiculez que no pueda leer.
– También es una ridiculez la forma en la que lastimas tus manos.
– Deseo leer.
– Puedo leer para ti.
Esa voz altanera mientras siquiera le dirigía la mirada le cansó, así que en medio de su desesperación procedió a sentarse en su tocador, quitando de su cabello algunos detalles que lo sostenían y peinando sus hebras castañas a duras penas por lo restringidas que sus manos se hallaban por las vendas.
Aemond quien estaba atento a sus movimientos se alzó para ayudarla, tomando el cepillo y comenzando a deslizarlo por su cabellera, Visenya se recostó sobre el tocador mientras cubría su rostro, comenzaba a perder la paciencia.
– Permíteme hacerlo por ti.
– Me estás volviendo loca, solo tengo un par de cortes, no me hace incapaz ni me inhibe de mis labores.
El fingió no escuchar ya que se hallaba lo bastante molesto con ella para poder hablar más de lo necesario, ella tomó de su brazo y lo arrastró fuera de la habitación, a través de los pasillos y por los corredizos llegando a las afueras de la enorme construcción.
El se desesperó en un silencio que por fin verbalizó después de recuperarse del shock.
– Visenya, tus manos..
El jardín, allí se mostraban las estrellas y la única luz era la luna en cuarto menguante que resaltaba en el cielo repleto de diminutos puntos que pese a ello eran considerados importantes por la astronomía.
La reina siguió su camino. se inmiscuyeron entre varios arboles llegando al maravilloso cerezo que alguna vez fue parte esencial de su vida, tomó asiento obligando a su acompañante a hacerlo también.
– Visenya, tus manos – repitió.
– Permítenos disfrutar este momento.
Aemond apoyó su espalda en el tronco mientras suspiraba observando hacia sus hojas, sus recuerdos más bellos habían sido en ese mismo lugar y no pudo evitar sonreír al recordar el amor tan puro que sintió por ella y que ahora, era capaz de admitir en silencio.
Sin dudarlo la miró, dedicándose a sus facciones y su perfil, sus labios se curvaban en una pequeña sonrisa y dependiendo, un hoyuelo aparecía brillante en su costado derecho haciéndola ver tan dulce.
Sus ojos brillaban cual constelaciones y podía perderse en ellos con tanta facilidad que le era preocupante, incluso cuando perdían su brillo le aterraba no volver a verlos relucir como antes.
Ella arrugaba su nariz cuando pensaba e inclusive su ceño, sonreía cuando estaba dolida y sus ojos se aguaban cuando leía su libro favorito, nunca le agradó el picante y no podía consumir leche de vaca, le encantaba el olor a tierra mojada y danzar bajo la lluvia sin zapatos, sus peores padecimientos fueron por ello.
Alzaba su vestido cuando debía de bajar escaleras y lo bajaba cuando debía subirlas, solía morderse las uñas pero ya no más desde que se hirió los dedos, le encantaba el vino, pero solamente el dulce porque el amargo le secaba la lengua y le dejaba una sensación mucre en su paladar.

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Valensys | Aemond Targaryen. (EN REMODELACIÓN)
Fiksi Penggemar❝Un reino creado de las cenizas de la desolación en un terreno inexplorado, basado en sabiduría y equidad. Un eterno resentimiento por el reinado de los Targaryen fue transmitido por generaciones explicando el motivo tan doloroso: la traición. Aquel...