𝑂𝑐ℎ𝑜

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La tarde trascurrió más tensa en la fortaleza roja, nadie más quiso ser participe de ningún evento y decidieron (de manera muy sana) continuar con actividades por separado, Visenya estaba con Rhaella y Aemon en la biblioteca, averiguando todas las temáticas de los libros y sus géneros, fingiendo un interés espectacular por ellos.

– Rhae, ¿qué estás leyendo?

La menor de la familia sonrió, mostrando la portada del libro en sus manos, las letras doradas brillaban en el y parecían talladas a mano con una perfección innata.

– Un romance trágico que termina en un final feliz.

– Te gusta mucho el romance, ¿no es así?

Aemon quien estaba al lado de Rhaella se recostó en su hombro para poder dormir, Visenya lo cubrió para evitar se enfriase y depositó un beso en su cabeza, regresando a su puesto frente a ellos, atenta a ellos.

– Ha estado entrenando mucho con Daelor – comentó, tomando la mano de su hermano mientras continuaba su lectura – se está esforzando demasiado, desde lo que sucedido hoy por la mañana, sus deseos son protegernos y que no vuelva a acontecer nada parecido.

Visenya suspiró, debería de tener una conversación con el chico y explicarle que no era necesario desfallecer de entrenamiento para hacerlas sentir protegidas.

Aún así pasar tiempo con su familia le impedía pensar en el pleito que había ocurrido por la mañana, no obstante, sentía una rabia interna que se conjugaba en lo profundo de su estómago creando un nudo de sentimientos feroces.

– Si me disculpas, iré a ver a Aenerya y regresaré, ¿está bien?

Rhaella asintió, Visenya se levantó de su lugar y mientras acomodaba sus faldas comenzó a caminar hasta los aposentos de Aenerya, cuando estuvo allí notó que las puertas seguían cerradas y no dudó un segundo en tocarlas con algo de fuerza.

– ¿Quien? – gritaron desde adentro de la habitación.

– Visenya.

– Entra.

La monarca abrió los arcos y se adentró a la habitación, Aenerya peinaba sus cabellos en su tocador con lentitud, aquella actitud delicada en ella jamás había sido una buena señal, la acompañó tomando asiento a su lado mientras esperaba.

– Si vienes a preguntarme como está mi mejilla, estupendamente bien, he recibido golpes peores en combate – su acompañante suspiró – pero si cuestionarás mis sentimientos, déjame decirte que jamás en mi vida he deseado decapitar a alguien tanto como en estos instantes.

– Explotaste al solo verla, ¿fue por Viserys? – Nerya asintió, entonces comprendió.

Visenya asintió también mientras quitaba el peine de su amiga y comenzaba a desenredar sus albinas hebras con cariño, compartían la misma opinión claro estaba y no hacía falta siquiera verbalizarla.

Ella en persona, siendo reina, hubiese pedido su cabeza si aquello hubiese ocurrido en las dependencias de Valensys, pero en King's Landing no tenía autoridad alguna para hacerlo y eso le provocaba el amargor más grande.

En un acto sorpresivo, Aenerya detuvo la mano de quien la peinaba y se volteó hacia ella, con una sonrisa que demostraba un pensamiento maquiavélico.

– Visenya, ¿recuerdas que color usan en Valensys los monarcas para declarar la guerra de manera directa sin abrir la boca?

– ¿El negro?

– Exactamente.

Nya alzó una ceja sin comprender el mensaje hasta que dió con la idea, tomó ambas manos de su acompañante y asintió sin dudarlo ni por un mísero segundo, por supuesto que cumpliría y más aún, cuanto disfrutaría ver el rostro de la familia que llevó a la ruina la casa Targaryen.

Valensys | Aemond Targaryen. (EN REMODELACIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora