Progreso

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La playa de Copacabana fue el epicentro de una serie de sucesos que desataron una ola de violencia en todo el territorio. A pesar de los intentos de las fuerzas del orden por controlar las protestas, los disturbios se intensificaron, suponiendo la ciudad en un estado de caos que no hacía más que crecer. Los hospitales se llenaron de heridos y los enfrentamientos entre las partes involucradas abandonaron una estela de destrucción y dolor. La situación parecía estar fuera de control y los líderes políticos y militares comenzaron a tomar medidas desesperadas para frenar la violencia.

Pese a los esfuerzos por mantener la calma, las fuerzas de seguridad no lograron contener la situación, y la ciudad se vio sumida en un estado de conmoción. Las declaraciones del presidente de Brasil en los medios de comunicación revelaron que el país estaba bajo amenaza, y que las protestas no eran negociables. En un intento por recuperar el orden y la libertad, se declaró el estado de emergencia y las fuerzas de defensa inundaron las calles.

Sin embargo, lo que parecía ser la solución a los problemas de la ciudad, se convirtió en una trampa mortal. Cuando se dio la orden de disparar a matar a aquellos que no respetaran el toque de queda, la ciudad cayó en un abismo del que no podría salir. Un joven soldado, recién llegado a la ciudad, disparó contra un manifestante que sostenía una pancarta, logrando con las órdenes recibidas. Pero la bala nunca llegó a su destino, y no fue por falta de puntería, sino porque algo sin precedentes ocurrió.

En medio del caos y el sonido ensordecedor de las explosiones y los gritos, aparecieron cuatro máquinas blancas como la nieve, con metales que parecían porcelana y cables al descubierto. Se alzaron como ángeles, protegiendo a los hombres de las balas mortales que surcaban el aire. Eran los seguidores divinos de Akharion, el dios desconocido hasta entonces, que comandaba las máquinas desde lo alto de un edificio cercano.

La vanidad y el narcisismo de Akharion eran bien conocidos, pero lo que los hombres vieron en ese momento no tenían comparación. Su aspecto juvenil, con cabello dorado, piel blanca y ojos azules como el mar, era tan deslumbrante como sus ropas, que parecían fusionarse con su piel y tecnología. Era la moda del futuro, algo que nadie había visto antes.

Los seguidores de los dioses alabaron la llegada de Akharion, el dios de la ciencia y el futuro, quien comandaba los "seguidores divinos", sus máquinas.
Las calles pronto se llenaron de hombres y mujeres que celebraron la llegada de Akharion, el nuevo dios que había aparecido para salvarlos de la opresión. Se arrodillaban frente a él y lo alababan con fervor, diciendo que era el futuro de la humanidad.

Akharion se tomó la ciudad con tal facilidad que era insólito. Ordenó que se liberara a todos los manifestantes que habían sido detenidos y que se les brindara atención médica. Les dijo que había llegado para traer la libertad y la justicia a Brasil y que no permitiría que se volviera a cometer los mismos errores.
El nuevo dios les prometió que habría un futuro mejor para ellos, donde la ciencia y la tecnología serían las herramientas que impulsarían el progreso y el bienestar de todos. Y que él estaría allí para guiarlos en el camino hacia la grandeza.

La gente lo alababa como un héroe y se aferraban a sus palabras como si resultase la verdad única en el mundo. Y es que, en ese momento, lo eran. Akharion se había convertido en el nuevo líder que habían estado esperando, aquel que los salvaría de la opresión y les llevaría a un futuro más brillante.

La cámara enfoca a Akharion, quien se encuentra en las instalaciones del palacio de gobierno de Rio de Janeiro. El dios de la ciencia y el futuro, vestido con un traje blanco y con una sonrisa en su rostro, se dirige a los espectadores con su voz cálida juvenil y seductora.

"Queridos ciudadanos de Brasil, aquí estoy, en el corazón del poder. ¿Ven todo lo que he logrado en tan poco tiempo? Mi presencia ha logrado lo que los políticos y militares no pudieron hacer en años. Ahora, este palacio de gobierno, símbolo de la corrupción y el despotismo, es mi nuevo hogar. Y puedo asegurarles que será transformado en un centro de innovación y prosperidad."

La Sombra de los AntiguosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora