Capitulo 1

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Europa del Este, la Edad de las Brujas.

El camino hacia el final es lento y frío la planta de mis pies se entierran en las rocas esparcidas en el suelo. Apenas mi cerebro mi funciona y durante escasos segundos la sorpresa sacude este esquelético cuerpo impulsando el siguiente paso.

¿Por qué? ¿Cómo era posible, qué está masa humana aún avanzara?

En mi fantasía, el propósito se cumple y el descanso llega. Sí, la voluntad es mía y el fuego y la carne.

Pero mi ocaso será contemplado por otros ojos, por otra mano. Y hasta que el momento llegue el celador paso a mis espaldas impedirá que la hoguera se consuma.

Cuando vuelvo la cabeza el sonido del látigo desgarra el silencio del bosque, ni siquiera puedo ver lo que he dejado atrás antes de que el cuero arda sobre mi piel y sienta las gotas resbalar por la espalda.

Una vez más, me concentro en cada paso, no tiene caso intentar ver lo que he dejado. Ya he muerto.

¿Tan débil es tú voluntad?

La voz hace que me paralice e inmediatamente dejo de caminar. Oigo la protesta del guardián y sé que viene otro golpe. Pero no puedo, cuando su voz susurra en mis sueños es un presagio de mal.

Caigo a unos metros, está vez el castigo fue llevado acabo con saña, mis manos se han cubierto de tierra mojada y mi propia sangre. Antes de salir se aseguraron de trabajar en su culpable.

Los gritos del guardián se entrelazan con los alaridos del viento, aquel lamento tenebroso de la naturaleza hace que me acobarde más ¿Acaso sabe lo que viene?

El hombre me toma del cabello y soy obligada a levantarme, el dolor apenas me deja respirar cuando mis pies fallan otra vez y me estremezco cuando los mechones son arrancados. Está vez, caigo sentada y cómo puedo me arrastró para alejarme de él.

No grito, no lloro, sólo quiero escapar de esté bosque. Ni siquiera le temo a esté hombre furioso. Él tiene prohibido matarme.

Mi espalda herida choca contra el tronco de un árbol, mi pecho va a todo lo que puede dar, jadeo con gigantescas bocanadas y ya no puedo seguir retrocediendo.

Él viene, de nuevo, apuntándome con un dedo y su rostro desfigurado por la rabia. Los únicos testigos son el camino y los árboles, y el horrible sonido del viento. Él logra dar un paso más antes de ser lanzado hacia el árbol dónde estoy apoyada.

Con los pies hacia arriba su cabeza a quedado justo al lado de la mía, su mirada aturdida me ve fijamente, sus ojos se han llenado de carmesí y terror, logra emitir un gemido antes de toser sangre que cae sobre mi cara.

Su protesta logra que empiece a gritar y me arrastro cómo perro moribundo. Es lo que soy ahora.

—Dejad de llorar —ordena la melodiosa voz.

Giro frenéticamente la cabeza buscando, pero hay demasiada oscuridad, nadie debía saber que yo estaba siendo transportada. Esté hombre debió haber recibido una recompensa jugosa para aceptar el encargo. De otra forma nadie habría sido lo suficientemente estúpido para venir aquí durante la noche sin siquiera una fuente de luz.

Él viento y su rugido se detiene. No hay sonido alguno atravesando la noche. No hay respiración de algo vivo a mí alrededor. Ella está aquí ahora.

Empiezo a llorar, no puedo hacer otra cosa. Soy débil, pequeña e indefensa, mi cuerpo está mallugado y calado por el frío, soy una humana que espera la próxima embestida.

Escucho cómo sus pasos se acercan a mí, las hojas secas crujen bajo su peso y parece que todo se hace aparta a un lado para que me alcance. Siento el momento justo cuando llega a mí y de un tirón soy suspendida en el aire.

A través del cabello que cubre mi rostro reconozco la mirada profunda y me quita el aliento. Por su boca se tuerce en un gesto de asco, y sé por qué. Mi aspecto es decadente, cada vez que nos veíamos me obligaba a vestirme para ella. Su vista no podía ser sometida a una visión tan deplorable cómo la mía pero era lo que había, decía.

Su mano me aparta el cabello de la cara y se la mira al notar que se ha manchado de sangre, enseguida se limpia con el trapo que cubre parte de mi cuerpo.

—Cada vez que te visito estás en una peor posición, niña.

—El patriarca, los cazadores, todos me han culpado de ser una criatura del mal. Del demonio. Que obro contra el señor y debo salvar mi alma.

—Niña, desde el inicio ellos han decido culpar a sus hembras de todo, y al nacer como una naciste condenada.

—Es tú culpa —la acuso mi voz está llena de resentimiento. Y cómo respuesta obtengo una sonrisa.

Con un movimiento de la mano, me lanza y aterrizó a unos metros de ella.

—Al fin veo algo de lo que quiero. No te preocupes por ellos. Tú pueblo, luego de esta noche, no quedará nadie porque quién llorar.

Su voz es suave y rítmica, ¿Así se escuchan los ángeles? No, ellos no hablan de muerte y sufrimiento.

— ¡No! Sí lo haces, no tendré salvación. Mi alma estará perdida. Ellos son inocentes.

—Inocentes —repite — ¿No lo eras tú, la noche cuando te violaron?

Un escalofrío me estremece al recordarlo. Mis ojos no pueden sostener su mirada. Luego de ese episodio, fue ella quién me encontró, fue ella quién me curó.

¿Qué hago? Una parte de mí desea esto, la venganza, la muerte desmedida sobre los que me humillaron y luego me acusaron injustamente. Quiero que sufran, y les duela cómo me dolió a mí

¿Sí he perdido mi alma por su acciones, por qué debería dejarlos conservar la suya?

¿Por qué deberían tener salvación, y yo no?

— ¿Puedo decidir el cómo? —pregunto con timidez.

Su expresión se ilumina con mi pregunta. Es cierto, le tengo miedo y puede matarme en cualquier momento. Pero no tanto cómo aquellos que me hicieron esto. No tanto cómo al hombre que ha enviado a buscarme para sacrificarme.

Dios perdóname porque aquí he abandonado mi alma y elegido a esté demonio disfrazado de dama. 

Nido de Serpientes y EspinasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora