° One Shots ° - Scaloni - Aimar

𝐼𝑟𝑟𝑒𝑠𝑝𝑜𝑛𝑠𝑎𝑏𝑙𝑒

Poco a poco
Fuimos volviéndonos locos
Y ese vapor de nuestro amor
Nos embriagó con su licor
Y culpa al carnaval interminable
Nos hizo confundir, irresponsables

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El calor de la ruta llegaba hasta el local. "Es tu herencia hija", mi papá hijo de camionero (y el también) decidieron en los años 70 abrir una especie de "boliche" en la ruta que te lleva a Pujato, pueblo de Rosario. Fue nuestro sustento en los años más difíciles. Sin embargo, no era mi futuro, no me veía atendiendo los mismos camioneros que se deleitan con las milanesas de carne y puré preparados por mi mamá o los sábados concurridos gracias a la parrillada que se armaba. Mis papás me costearon la carrera en medicina en la UBA, por lo que varios meses vivía en lo de unos tíos en Buenos Aires, Capital y cuando tenía algún descanso volvía para casa, ojo, no me disgustaba, tal vez me aburría eso sí, veía pasar los mismos hombres, mayores y jovencitos, prohibidos para mí "ni se te ocurra engancharte con estos e' tenelo más que sabido que esconden una familia", es por eso que muchos viajaban con sus esposas e hijos. Hubo varios que cuando los atendía escondían en servilletas sus números, la realidad es que no tenía tiempo para eso, distinto fue con Martin, hombre rubio encantador, los brazos tatuados y uno de ellos con el escudo de Boca, "que asco", le había dicho cuando se sacó la campera, lo atendí y antes de que se vaya me dijo que a pesar de ser "una gallinita" era la más linda chica que conoció, mi madre al escuchar ese discurso barato le dijo que pasara a comer unas pastas a ver si seguía pensando lo mismo, no solo conoció a mi familia sino que me conoció más profundo, cojiendome como salvaje detrás de una pared a mitad de la noche cuando se apareció en mi habitación en un revuelo de hormonas, se despidió y lo veía muy poco, pero como todo hombre sus promesas y "perdón" se lo llevó el viento, atendí el bolichito en esos tiempos con ojos llorosos y el corazón partido en dos esperando que de las cortinas de plástico volviera el.

- Ey Susi mira quién llegó - y el barullo no se hizo esperar, el camión bordo desprendía un olor a naranjas insoportable, y de ese monstruo mecánico salía un hombre que tal vez arriba de los 28 pero tampoco tanto, pelo corto negro como militar y la contextura de atleta.

Era Lionel Scaloni, hijo de padre terrateniente por aquellos lados, pero siempre laburaba con el camión llevando lo que sea necesario para dar una mano, mis papás no lo conocían pero su familia pasaba mucho por acá, con la modernización teníamos deliverys del cual pedían bastante y una especie de bar donde los jóvenes o grandes de su familia venían a bailar y tomar hasta la amanecer con la gente del pueblo o los que aparecían por el rumor de que acá se tomaba y se comía bien

- Hola, como andan che? Venía pasando y se me antojaron unas milanesas, no molesto no? -

- Ay corazón, cómo vas a molestar, ahí mi hija ya te pone la mesa - La mano de mi mamá llamándome. Saliendo del taburete de madera dejé mis resaltadores y apuntes de anatomía de lado, el calor me obligaba a llevar vestido, uno viejo del que anudada los breteles para no dejarme desnuda pero manteniéndome fresca

- __ le pones la mesa a Lionel? Y veni para la cocina así me ayudas - Mi cara de pocos amigos fue notoria para todos, los casi 40 grados eran insoportables y encima este flaco quiere milanesas fritas, en plural milanesas.

- Ahí va, algo fresco no quiere? Hay gaseosa, jugo o cerveza - Sus ojos marrones se clavaron en mi cara haciendo una especie de escaneo, me parecía un tanto soberbio y altanero esa manera de sentarse, el jean ajustado con las piernas separadas hacían deslumbrar unos muslos anchos que parecían invitarte a sentarte, sus manos en sus piernas no dejaban ver si traía anillo o no, de todas formas muchos lo dejan guardado en la guantera

- Me vendría bien algo fresco, dame lo que quieras - Tratando de ignorar sus palabras para no ruborizarme tanto, limpie rápido con la rejilla la mesa y le puse un vaso con hielo y gaseosa