Capítulo 1: Visenya Targaryen.

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Visenya Targaryen, la princesa del pueblo, era amable, compasiva y dulce, conforme pasaron los años la pequeña princesa se ganó el cariño y amor de los habitantes de los Siete Reinos. Solo necesitabas pasar un tiempo con ella y todos tus demonios interiores se apagaban, Visenya le daba luz a cualquiera, noble o plebeyo, guardia o sirviente, ella era la paz andante del reino y por esa razón era la favorita de Daemon Targaryen, el príncipe canalla cargaba demasiados demonios consigo, pero todos esos pecados en su mente eran borrados al instante de ver a su princesa de oro.

Cada mañana la princesa era preparada por sus damas Tina y Allie, las dos jovenes mujeres pertenecían a Casterly Rock y AltoJardín respectivamente, y solo eran cuatro años más grandes que la princesa, lo que hacía mucho más sencilla su convivencia. Tina y Allie habían llegado a Desembarco hacia siete meses, cuando el embarazo de la reina Aemma comenzó a complicarse y no pudo seguir haciéndose cargo de su hija menor, pues durante sus once años de vida la princesa Visenya no había tenido damas, ya que siempre estaba con su madre, hermana, o padre.

—Es precioso, gracias Allie—sonrió la princesa al ver en el reflejo del gran espejo de sus aposentos el peinado que la joven Tyrell le había hecho.

—No es nada, princesa—contesto la dama justo en el momento en que llamaban a la puerta, Tina fue quien abrió y en ligeros susurros intercambió algunas palabras con la persona que había tocado.

—Es un recado de su hermana, princesa Visenya—informó Tina, cerrando la puerta tras de sí—, mandó a un guardia a avisarle que iría a montar en Syrax, si gustaba acompañarla.

—Me encantaría, pero ahora debo ir a ver al gran maestre—tomó un par de cartas que descansaban en su tocador y camino hacia la salida—. Por favor avísale que me uniré en vuelo con Vrya después de mi tutoría.

—Claro, princesa—. Mientras Tina se fue a dar el recado a la princesa Rhaneyra, Visenya y Allie caminaron por la fortaleza rumbo al salón del gran maestre.

Cuando la reina Aemma comenzó a tener malestares por su próximo embarazo dejó de pasar tiempo con sus hijas, era muy normal que la reina pasaran gran parte del día en sus aposentos, al ver esto la princesa Visenya había empezado a visitar con regularidad al gran maestre, solía ayudar al hombre con alguna de sus investigaciones o a redactar cartas, incluso algunas veces ayudaba a preparar la leche de amapola que el maestre administraba a la reina para ayudarla a sobrellevar su embarazo.

—Buen día, maestre Orwyle.

—Buen día, princesa Visenya—saludo el hombre—. Buen día, lady Allie—la dama asintió en forma de saludo.

—Ya he leído todas las cartas—anunció la princesa soltando diez cartas en la mesa del salón.

—Cuanta rapidez, princesa, apenas se las entregue ayer.

—Son cartas de los reinos, maestre, deben ser leídas con rapidez para saber que les aqueja.

—Tiene razón—contestó, sonriente—. Dígame, ¿qué es lo que los aqueja ahora?

Durante el próximo par de horas el maestre Orwyle y la princesa Visenya conversaron sobre las cartas enviadas desde distintos reinos, y sobre las posibles soluciones que podrían llevar acabo ante tales problemas, la larga conversación término cuando el maestre prometió a la princesa pasar el reporte ante el consejo para que pudiera hacerse algo al respecto.

—Le agradezco, maestre Orwyle—al caminar hacia la puerta agregó—: Iré a ver a mi madre, ¿será posible que le administre más leche de amapola?

—Sabe muy bien que no puedo hacer tal cosa, princesa, terminará afectando tanto a su madre como al bebé.

—Quisiera ayudarla con su dolor, pero no se como...

La Dulzura Del Reino / House Of The DragonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora