5.- Bruce Yamada

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Está despierto. O quizás sigue dormido. No está del todo seguro, porque todo lo que ve a su alrededor tras abrir los ojos es la oscuridad que desvanece lo que cree que es su habitación. Parpadea múltiples veces. Su vista comienza a acostumbrarse. Lo que alcanza a vislumbrar es un vacío increíble en el interior de las cuatro paredes, y un espacio tan grande que le hace pensar que, no está en su habitación, sino en otro lugar; uno más familiar de lo que quisiera. No hay una luz visible que le permita ver mucho más allá de su nariz. No hay nada. Alcanza a ver solo la textura sucia de la pared cerca suyo, entonces, sabe que está ahí de nuevo. Cierra los ojos con fuerza y respira, sin darse cuenta en qué momento había dejado de hacerlo de forma inconsciente. Espera uno, dos, tres segundos. No abre los ojos. Espera a que su entorno desaparezca y su cuerpo vuelva a su habitación, de alguna imposible y serena forma, que no es capaz de conseguir, y cuando sus ojos vuelven a abrirse, la oscuridad le da la bienvenida otra vez. Repite el proceso un par de veces más. Mismo resultado. Mayor desesperación. Su respiración se entrecorta. Sus latidos se aceleran. Está asustado, y esta vez no hay nadie que le acompañe. Está solo, sintiendo cómo el sótano oscuro y cerrado se vuelve más pequeño a su alrededor, como si su cuerpo se tratase de un centro de gravedad de inmenso poder y las cuatro paredes fueran inevitablemente atraídas hacia su débil y flacucho cuerpo. Pero el ambiente sigue tan vacío y lleno de eco como siempre. Tan solitario y oscuro. Inmensamente grande para alguien de su tamaño, con un agujero en la tierra que, por alguna divina y desconocida razón, logra ver entre la oscuridad. Entonces se da cuenta que la puerta está abierta. No sabe en qué momento tan siquiera ha aparecido. Pero está ahí, abierta e impaciente. Se encuentra con la diminuta oportunidad de salir. Es extraño. Porque no encuentra ningún destello de luz artificial que provenga del interior de la casa. Pero se atreve y sus piernas le levantan del suelo. No siente frío, ni calor, tampoco siente algo distintivo de ese lugar. Como si la muerte hubiese llegado a él y su cuerpo solo fuera un transparente y vacío reflejo yaciente en la realidad.

No le es tan relevante. Es como si ya estuviese acostumbrado a ello. Como si ya estuviera acostumbrado a estar muerto. Pero de nuevo, hay algo extraño. Algo que se siente como una espina en el pie, que atrae su atención, de una u otra forma, de forma tenue y absurda, y no sabe qué es. Los pasos indecisos tan cortos que no podían avanzar medio metro sin retroceder con cada escalofrío en la espalda. Cruza el umbral, por fin, tras lo que fueron alrededor de cuarenta segundos, y se sintieron para él, como diez minutos. Es una sensación constante de retroceso. No solo el lugar, su propio cuerpo se sentía diferente. La presión se amolda a su pecho, la tensión en todo su torso. De pronto quiere regresar. Las escaleras se sienten angostas. Otro lugar en el que se siente encerrado. Y se siente incesante el camino hacia el final, el último escalón. Pero el lugar sigue oscuro. Igual que siempre, solo que en un abismal silencio y penetrante falta de iluminación. Le es apenas suficiente para no tropezar con cualquier cosa que se halle en su camino. Una luz se enciende. Amarilla. Sabe de dónde proviene, parpadea varias veces, como si su funcionamiento estuviese en decadencia. No quiere voltear a ver. Cree saber qué es lo que le espera. Un castigo por salir del sótano sin permiso. Hubiese deseado que la imagen en su memoria se limitaran a golpes, y nada más. Pero no parecía existir un límite en eso. El silencio no encubre su respiración. Cuando gira su cuerpo y con ello su cabeza, espera ver al hombre con la máscara de cara completa, sonriente, con los ojos más aterradores que hubiese visto alguna vez en su corta vida, sentado sobre una silla solitaria bajo la luz amarilla del foco a medio apagarse, con el torso desnudo y su cinturón en una mano, agarrado por la hebilla y listo para ser usado en su contra. Pero no es eso. Y más que encontrarse con nada, que por mucho que lo desearía, es una idea absurda y muy poco lúcida después de pensarlo dos veces, se encuentra con algo que le causó náuseas al instante y sintió muy pronto llegar el vacío a su pecho y su estómago. Literalmente.

The dead boys [TBP ; RINNEY/BRANCE/GRILLY]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora