Los rizos dorados estaban hechos ya un enredo. Vance adoraba su cabello de una manera que quizás nadie que lo conociera entendía. Justo ahora, con la cabeza apoyada sobre una dura almohada y el cuerpo cernido encima del colchón cuyos resortes fácilmente podrían perforar su espalda, no podría importarle menos el estado tan desagradable en el cual su melena rubia había estado por alrededor de un mes. Había perdido la noción del tiempo. Había pensado los primeros días en hacerlo como en las películas cuando algún recluso cuyo protagonismo es tal, que narran visualmente cómo cuentan los días tallando de alguna manera los números en las paredes de su celda.
No se encontraba en una celda. Incluso pensaba que una celda en el correccional juvenil podía ser más cómodo que el sótano donde apenas y comía.
Sus ojos se mantenían cerrados, incluso si ya estaba despierto desde hacía alrededor de dos minutos. Estaba fastidiado en aquél momento. No quería escuchar un solo ruido, siendo que era inevitable escuchar los pequeños murmullos de Griffin, Billy, y de vez en cuando Robin y Finn, junto a la presencia muda de Bruce a lado suyo. Deseaba poder volver a dormir. No importaba si no tenía sueño, no lograba conciliar ese ligero nivel de inconsciencia que le permitía olvidar un poco todo. O eso quería. Lo anhelaba, desde que el terror le empezó a atormentar incluso cuando dormía.
Ya no podía escaparse. Ni siquiera así.
Había sucedido unos días atrás. Ni siquiera lograba entender cómo había perdido la noción del tiempo tan fácilmente. No lograba contar los días. Podía ver el cambio en el color del cielo a través de la ventana. La oscuridad, yendo y viniendo afuera, pero manteniéndose constante adentro. Su pesadilla logró despertarlo a gritos. El dolor era indescriptible en aquél sueño. En cuanto sus ojos se abrieron se libró de ello y en cambio a su cuerpo solo le abrazó un extraño ardor frío, como una fiebre, que pasó a nada tras pocos minutos de respirar. Se mostró reacio a dejarse ayudar por cualquiera. Bruce, quien había adoptado una mayor cercanía a él, se había llevado probablemente la peor parte. Era como intentar abrazar un cactus; Vance rechazó su ayuda tan verbalmente como no podía físicamente.
Como haya sido, sus músculos comenzaban a entumecerse. Ni siquiera se encontraba en una posición favorable. Sus piernas estiradas, los brazos sobre el abdomen y la cabeza hacia arriba, como un cadáver en un ataúd. Aun así el dolor permanecía en él. Tal vez ya no tanto, como el día anterior, cuando su pesadilla se volvió realidad y El Raptor tuvo la decencia de aparecer y, por lo menos, dejar algo de comida antes de seguir con la rutina de escoger a uno de sus niños traviesos para jugar un buen rato. Ese fue Vance.
Después de eso todo su rostro se encontraba lleno de agua. Lágrimas que aún le importaba cubrir. Odiando cada centímetro de lo que ahora su cuerpo era un juguete. Odiando el dolor que el cinturón le causaba; el dolor de los golpes que recibió tratando de resistirse. No estaba dejando a nadie acercarse. Y hasta la mañana de aquél día, Bruce acompañaba sigilosamente a Vance en su fachada apaciguada y falsamente serena. No sabía qué pensaba. Tampoco creía que quería saber en realidad. Tan solo estaba limitándose a ver de reojo, asegurándose de que ese semblante inmutable no se convirtiese en tristeza o ira. Trataba de cuidar a alguien que no sabía cómo recibir esa atención.
Bruce, en su cómodo asiento en el suelo, en algún momento se perdió por completo en su rostro. Se preguntaba si algún día podría verlo con una genuina cara de tranquilidad. Como cuando dormía sin pesadillas, sin cubrirse el rostro. Lo observó detenidamente, detallando ciertas partes de su cara que le parecían particularmente lindas. Sabiendo aún que el adjetivo era inapropiado, no podía evitar pensar en la forma en que sus largas pestañas caían sobre sus mejillas. Estaba inmerso, hasta que se irguió y su torso apenas se enderezó, tratando de aguantarse el dolor, pero en su forma tan lenta y torpe de moverse, se notaba a distancia que algo, o muchas cosas, le dolían. Bruce se levantó en un instante, dispuesto a ayudarle. Sin pensarlo le tendió una mano frente a la suya, y la otra la colocó sobre su hombro, esperando no tocar ninguna zona adolorida. Pero Vance ni siquiera se inmutó, incluso trató de alejarse de él, de una manera absurda e inútil.
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The dead boys [TBP ; RINNEY/BRANCE/GRILLY]
FanfictionDespués de que la oleada de secuestros finalizó con Finney Blake, los seis chicos se enfrentan a lo que significa volver a la normalidad. Contador de palabras ≈ 30,730