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Akiro observó con concentración los números que había en frente suyo y colocó con cuidado las últimas piezas.
Cada división y multiplicación, trataba de procesarla para no fallar en ninguna respuesta.
"9 minutos" aviso la voz robótica.
Tenía miedo de fallar de nuevo, los nervios le estaban jugando una mala pasada.
Los fuertes gritos de dolor podían escucharse en toda la casa.
—¡Hazlo de nuevo!.—Gritó furiosa la mujer.
El niño lloraba de dolor al sentir el dolor punzante en sus tobillos. Cómo pudo agarró el lápiz y trato de concentrarse en la operación que estaba en la hoja.
Sus manos temblaban y volvió a escribir la respuesta. Pero fue interrumpido por otro fuerte azote, que está vez fue dirigido a sus rodillas.
Recibió otro color en las palmas de sus manos.
—¿¡No, no tienes cabeza para pensar, Akiro!?.
Volvió a gritarle la mayor al infante.
El niño se hizo más pequeño en su asiento su cabeza estaba agacha aguantando sus lágrimas y negó, mientras escuchaba los reclamos de su madre. Era la rutina de todos los días luego de clases, era obligado a estudiar los números y operaciones por mayores.
Si su respuesta fallaba recibía un castigó.
Sus padres siempre recalcaban que no sería nadie si no aprendía.
Tenía que ser igual o mejor que su hermano.
—¡No te levantaras de aquí hasta que todo este perfectamente bien!.
Akiro se estremeció al verla tan cerca mientras jugaba con la varilla. El pequeño asíntio efusivo y volvió a la operación, tratando de olvidar el fuerte dolor que cada vez se hacía intenso.
—Akiro.
Salió de sus pensamientos al ver a Kenji llamarlo y sacudió su cabeza.
—¿Si?.—Preguntó sin emoción Akiro y miro al contrario.
Kenji lo miro algo preocupado al ver la mirada ida de Akiro sobre los números. Vio como sus manos temblaban, el supuso que era por los nervios.
