Cap 06: Injusto

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Hubo un tiempo, en el pasado, que Jin Ling sintió curiosidad por el cuerpo de su jiujiu. Fue algo inocente, nacido de su propio crecimiento y la necesidad de imaginar hasta donde podía crecer. Cuando lo veía entrenar en Muelle de loto con sus discípulos y participar en las cacerías organizadas en Lanling Jin, miraba con admiración el cuerpo alto y fuerte de su jiujiu, sobre todo cuando escuchaba de las doncellas que la contextura de su padre era similar.

Miró varios discípulos de Lanlin Jing entrenando sin camisa arco. Vio a discípulos de Yunmeng Jiang incluso lanzarse al lago en medio de un caluroso verano. Los vio a todos ellos, pero nunca a jiujiu, quien se cubría por completo incluso en el más tenso sol. Escuchaba que solo se metía al lago de noche y que nadie debía estar allí, ni siquiera él. Le preguntó a los discípulos y le dijeron que jamás lo habían visto de forma indecorosa, también a su segundo al mando y le explicó que a su jiujiu le preocupaba su apariencia y por eso se mantenía acorde a las normas sociales.

Le preguntó a su xiao shushu y él agitó su cabello para decirle: «hay hombres que esconden sus heridas de guerra».

Pero si jiujiu tenía heridas de guerra, para Jin Ling solo era muestra de lo fuerte que es, de lo valiente que peleó y de lo mucho que le quedaba por vivir y aprender. Aun si la creencia en Lanling Jing era que la piel debía permanecer impoluta y libre de cualquier imperfección, cuando Jin Ling veía cicatrices en los pescadores que anclaban en el muelle o en discípulos mayores, las veía con admiración.

Fue una cosa de niño, entonces, que decidió tomar bajo sus propias manos la misión de ver las marcas de su jiujiu. Tenía diez años. Se llevó a hada consigo y se metió en la habitación de su jiujiu. Se escondió bajo una mesa mientras veía las velas brillar en la oscuridad y no había presencia de su jiujiu. A esa hora, era habitual que saliera al muelle a nadar en medio de la oscuridad. Hada, obedientemente, se quedó quieta escondiendo sus orejas y su cola. Jin Ling recuerda que incluso se quedó dormido esperando hasta que el ruido de la puerta abriéndose sonó.

Jiujiu entró a la habitación con solo su pantalón y una túnica oscura que goteaba agua. La retiró de su cuerpo para dejarla colgada y las velas iluminaron la más grande de las cicatrices. Era una línea que cruzaba todo su torso, empezaba en una de sus costillas y subía hasta atravesar su pectoral y abrir en dos su tetilla. Tenía una forma horrorosa, como un gusano cocido con la piel. Y junto a ellas, habían más gusanos cocidos en distintas direcciones.

Jin Ling recuerda el horror.

El horror de verla.

El horror de la ira de los ojos de su jiujiu cuando se percató de su presencia.

El horror de que la mesa que usaba de refugio se partiera por la fuerza de Zidian y cayera justo a su lado.

El horror de los ojos de jiujiu cuando lo reconoció.

El horror en su pequeño cuerpecito que empezó a temblar.

«Lo siento, lo siento, jiujiu».

«No me mates, jiujiu, lo siento».

«No me mates, jiujiu».

—¿¡Qué haces aquí, mocoso!? —El grito de su jiujiu fue suficiente para hacerlo llorar abrumado.

Es el mismo llanto que tiene Wei WuXian en ese cuerpecito de diez años, el mismo horror que ve en esos ojos mientras lo contempla, con el rostro mojado, temblando, agarrando con fuerza la tela de su túnica gris.

—No, no puede ser —susurra con horror, a pesar de sus ojos mojados—. No, yo... yo llegué a tiempo. Yo... yo pude salvarlo. Yo... yo había llegado y estaba lleno de sangre, pe...

Regresión (MDZS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora