Capítulo 1: La semilla del diablo.

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-¿Por qué tiene que morir Eros?... No lo entendiendo. -habló Marina siendo todavía una niña, viendo como el caballo que su padre le había regalado estaba tumbado en los establos, muriendo lentamente después de caer enfermo.

-Ha comido algo venenoso que no podemos identificar y el veterinario no cree que pueda salvarlo. -explicó Eros, su hermanastro mayor, que era dieciséis años mayor que ella, sacando una pistola.

La niña retrocedió asustada entendiendo lo que iba a suceder.

-Por favor no lo mates, yo lo quiero mucho. -rogó la con los ojos rojos de tanto llorar.

-Está sufriendo Marina, si de verdad lo quieres debes liberarlo de su dolor. -habló Eros con dureza y puso la pistola en las manos de la niña que temblaba de los pies a la cabeza.

El veterinario se levantó asustado retrocediendo con todo su equipo.

-¿¡Se ha vuelto loco!?-se escandalizó el veterinario. -¿Cómo se le ocurre entregar una pistola en manos de una niña?

-Cállese la puta boca si no quiere que le corte la lengua y la sirva a mis perros de cena. -demandó echando una mirada asesina al veterinario, después volvió la atención a su hermanita. -Matar no es difícil Marina, lo que cuesta es cargar con la culpa de haberlo hecho, pero si lo haces por los motivos correctos no solamente podrás vivir con ello, sino que también te dará satisfacción, alivio e incluso placer.

La niña lo miró con incomprensión, pensando en que quería decir Eros con sus palabras. Después bajó la vista al hermoso caballo de pelaje castaño que sufría, buscando de cierta forma la calma para su dolor.

Eros se posicionó detrás de su hermanastra para ayudarla a disparar y al ver que Marina cerraba los ojos dijo.

-No seas cobarde, si vas a quitar una vida debes verla abandonar este mundo. Quédate con tu víctima hasta su último aliento. -demandó con autoridad y con el sonido del disparo Marina despertó de su sueño sobresaltada.

Se llevó las manos a su pecho desnudo sintiendo que se ahogaba y se paró de la cama para buscar agua. Tenía la garganta seca y la respiración entrecortada.

Siempre tenía los mismos sueños. Una noche soñaba con ese importante aprendizaje que le dio su hermanastro y otras revivía el peor momento de su vida en manos de un monstruo.

Marina apartó ese malo recuerdo de su cabeza caminando desnuda por la habitación y vistió una camiseta con el logo de su banda de rock favorita; tomó de la jarra que había sobre el escritorio y después sacó un cigarrillo de su mochila.

Ella se sentó en la ventana para ver el patio vacío del internado, donde llevaba cinco años encerrada y después miró con tristeza a su hermana melliza, que dormía en una cama al lado de la suya.

Adriana descansaba agarrada a una revista donde salía el hermanastro de ambas en portada.

Eros se había metido en otro escándalo con alguna modelo. Le había puesto los cuernos a su prometida cuando no llevan ni un mes de haber anunciado su compromiso ante la alta sociedad española.

Marina suspiró con cansancio viendo que su hermana no sabía disimular el amor que sentía por Eros, y pensó que algún día eso podría traerle problemas con graves consecuencias.

Marina conocía bien los oscuros secretos de la familia Oliveira, su adorada familia. Había descubierto de la peor manera quien era realmente su padre, el hombre que la crio después que su madre la abandonara para fugarse con su amante, que era el padre biológico de las mellizas.

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