Capítulo 10: Todos somos monstruos.

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-No puedes estar encerrada el resto de tu vida solo para joder a padre. Le estarías dando el gusto, y me estarías decepcionando. -habló un bellísimo hombre de cabellos castaños y hermosos ojos azules, entrando en la habitación de Marina, que se encontraba en la última planta de la mansión de la familia Oliveira en A Coruña.

Marina apartó la mirada del ventanal, en donde estaba sentada mirando el atardecer, para prestarle atención.

Perseo era su hermanastro, la oveja negra de la familia Oliveira, y la mayor decepción de Rodrigo, pero para ella era su mejor amigo. Su hermano, aunque no llevaban la misma sangre.

-No estoy encerrada aquí para joder al desgraciado de padre. Estoy aquí porque no puedo bajar, y verles la cara a mis otros hermanos después de descubrir que me habéis estado engañando todos estos años. -respondió Marina molesta. No podía evitar sentirse decepcionada y traicionada. Sus cuatro hermanastros, a los que siempre quiso con todo su corazón, no solamente sabían quién era realmente Rodrigo De Oliveira, sino que también eran cómplices de todos sus crímenes.

Perseo se sentó a su lado, con la yema del dedo recorrió una de las lágrimas de Marina.

-¿Tú también eres...eres un mafioso? -preguntó Marina pensando en lo absurda que sonaba la pregunta. Era obvio que todos en aquella casa estaban metidos en la mafia.

-Es algo más complicado que eso, princesita. -contestó Perseo mirando el descenso del Sol.

-Rodrigo es un asesino, Perseo. No deberías formar parte de sus negocios sucios, sino que deberías tenerle miedo. -exclamó Marina con indignación, pues en realidad su padrastro también era un violador, lo de ser "mafioso o asesino" era lo de menos. -Es un jodido monstruo...

-¡Todos somos monstruos, princesita, todos incluso tú! -afirmó Perseo con vehemencia mirándola a los ojos. -Debes aceptar que las sombras que te rodean, también están dentro de ti. El infierno no está bajo la tierra, se encuentra en nuestro interior, pero podemos aprender a dominarlo, y a habitar en él abrazando las criaturas oscuras que se ocultan en nuestro ser. Cuando lo entiendas y aprendas a hacerlo, cuando descubras el lado más oscuro de tu alma y asumas el hecho de que también eres un jodido monstruo, entonces dejarás de tenerle miedo al resto del mundo.

-¿Eso es lo que te dices a ti mismo para justificarte por apoyar a Rodrigo, por ser cómo él? -cuestionó Marina con fiereza. -Pensaba que mis hermanos eran mejores que Rodrigo.

-No tenemos la ambición de ser mejores que padre, deseamos ser peores que él. -la corrigió Perseo, y Marina frunció el ceño. -Hay muchas cosas que no entiendes Marina...

-Creo que entendí todo a la perfección, no necesito saber nada más. -refutó Marina levantándose para darle la espalda, pero Perseo la tomó del brazo.

-Nos has llamado "mafiosos", eso significa que no sabes exactamente nada a cerca de esta familia. -aseguró Perseo dejándola intrigada. -Ya que no tenemos más secretos contigo debajo de este techo, entonces ha llegado la hora de que sepas quienes somos realmente. -Cámbiate de ropa, ¡Vamos a dar un paseo! -demandó de repente.

Marina dudó por unos segundos si debía o no seguirlo, pero percibió en la insistencia de su mirada que Perseo necesitaba contarle algo, pero que no podía hacerlo entre aquellas paredes.

Por los largos y oscuros pasillos de la mansión, Marina siguió a Perseo en silencio. Estaba intrigada con todo el misterio que rodeaba su familia, en el porqué su hermanastro le dio a entender que Rodrigo De Oliveira era mucho más que un simple "mafioso".

Los dos abandonaron la gigantesca propiedad hasta llegar a la pista de aterrizaje privada, donde habían tres jets privados. Uno de ellos esperaba por el hijo menor de Rodrigo y por su hermanastra.

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