Capítulo 5: Cumpleaños infeliz.

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-Cumpleaños feliz... cumpleaños feliz... te deseo Marina cumpleaños... infeliz. -cantó Marina para sí misma sentada en un rincón de su habitación al lado de la cama, mirando la mecha que prendía con su mechero como si fuera una vela.

Marina había intentado hablar con su hermana, pero al parecer Rodrigo le había quitado el teléfono móvil a Adriana para que las mellizas no pudieran mantener contacto en el día más especial de sus vidas, todo para dejar a Marina completamente sola y abandonada.

Ella miró sus muñecas preguntándose porque no se había quitado la vida después de todo, si sabía que jamás podría abandonar el infierno en el que se encontraba. Entonces recordó a Víktor, él no era el monstruo que le daría la salvación que tanto necesitaba, pero aún así Marina deseaba aprender a vivir en ese mundo de mierda en el que estaba como lo hacía él. Si hombres como Rodrigo y Víktor podían gobernar entre las llamas, sin que nada los importara, ella también podía intentarlo.

Marina tomó un bolígrafo y escribió en su muñeca, "Si lo haces eres una puta cobarde" y se rio sola por regañarse a sí misma. En ese momento un sonido borró la sonrisa de su rostro y sus ojos brillaron cuando vio la notificación de un mensaje que había recibido.

Con la esperanza de que podía ser un mensaje de Adriana, Marina agarró el teléfono, pero se le cayó sin querer por la ansiedad que tenía de poder hablar con su hermana y las ganas que traía de felicitarla.

Cuando volvió a coger el teléfono y vio de quien era el mensaje, frunció el ceño. No era Adriana, sino que había recibido un extraño mensaje de una de sus profesoras.

CHAT

-Señorita Daurella, por favor preséntese inmediatamente en la clase de Filosofía y le exijo que no me haga esperar.

FIN DEL MENSAJE

Marina miró la hora que era, desconfiada por haber recibido un mensaje como ese tan tarde.

Solo habían pasado veinte minutos desde que cumplió su mayoría de edad, y de repente eso...un mensaje de su profesora, la Malfollada como Marina la llamaba.

Luego la chica volvió a mirar el mensaje de su profesora de Filosofía, leyendo otra vez cada palabra. Era demasiado tarde para que la mujer estuviera en el internado, y mucho menos para ver a su alumna más odiosa, como la misma profesora solía referirse a Marina.

Pensando que se trataba de alguna manera que había encontrado la Madre Superiora para hacerle la vida todavía más imposible, Marina resopló con fastidio y decidió obedecer aquella repentina orden.

Normalmente las alumnas solo podían caminar por los pasillos del internado con sus uniformes puestos, pero Marina ya estaba tan harta de las reglas, de la hipocresía y de la puta ambición de la directora de su cárcel que no se molestó en vestir algo más decente.

Marina salió de su habitación descalza, vestida a penas con su camiseta ancha favorita que tenía el logo de una banda de Rock, y los cabellos recogidos en un moño alto. Metió dentro de la camiseta su un dije que llevaba puesto y salió, lista para dar guerra.

Ella atravesó todo el internado que se encontraba a oscuras por la hora que era, pero no le importaba. Marina se sentía cómoda en los lugares oscuros, pues como bien decía estaba en búsqueda de un monstruo y en la oscuridad habían centenas de ellos.

Marina sonreía tarareando una canción preguntándose de que la iban a acusar esa vez, pero cuando llegó al pasillo que daba a su clase de Filosofía se detuvo en seco llevando la mano a su boca para ahogar un grito.

En la puerta de la sala estaba su profesora, con un paño metido en la boca temblando de miedo mientras Pitt empuñaba un revólver presionando el cañón en la cabeza de la mujer.

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