Capítulo 2: Desnuda delante de un extraño

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Que sensación tan extraña y macabra, sentir que el diablo te acecha, pero al mismo tiempo te sientes segura con su presencia. Así despertó Marina en la cama de una habitación muy oscura, pero visiblemente lujosa.
Sabía que había alguien más con ella, escuchó sus pasos, su voz gruesa y autoritaria como la de un dios, dando órdenes y notaba su mirada sobre ella.
Marina se dio cuenta de donde estaba, que aquello no era uno de sus extraños sueños, sino que había amanecido en la cama de un desconocido. Todo lo que pasó con Charlie en el baño del club, antes de perder la consciencia, volvió a su memoria de repente y recordó los peor.
Ella retrocedió asustada cubriéndose con una manta de un pelaje oscuro que había a su lado. Entonces lo vio, un hombre pegado al ventanal fumando un puro, con un traje negro sin camisa, enseñando parte de su torso. Había tantos tatuajes en su pecho que mal se podía apreciar su piel.
-Tú ...tú mataste a Charlie. -fue lo único que Marina pudo pronunciar, pero Víktor no encontró el horror en su mirada, solo una leve sorpresa y curiosidad, eso llamó su atención.
-No tienes que darme las gracias. -respondió con la voz baja, pero firme. -Ahora que ya has despertado puedes lárgate de mi casa, mamá y papá te estarán buscando.
-Depende, ¿Cuánto tiempo he estado inconsciente? -preguntó mirándolo fijamente, era un asesino frío , por lo que había hecho con Charlie lo tenía claro, pero no le asustaba estar cerca de ese hombre, todo lo contrario, le causaba curiosidad.
-Pasaste todo el sábado dormida, y uno de mis médicos se ha encargado de la herida que tenías en la cabeza. Puedes estar tranquila que no te ha pasado nada más, aquel cabrón no llegó a herirte como quería.
Marina apartó un poco la manta para mirarse y se dio cuenta de que estaba desnuda, después lo miró con interrogación. Víktor entendió el porqué y la explicó.
-Una de mis mujeres se ha ocupado de bañarte.
-¿Una de tus mujeres, empleadas dirás no? -cuestionó intrigada.
-No, una de mis mujeres, tengo muchas amantes y me gusta tenerlas cerca por si necesito echar un polvo. -respondió como si fuera lo más normal del mundo. -¿Hay algo más que necesites angelito?
Marina se puso pensativa asimilando todo aquello, y pensó en Charlie. Si llevaba tantas horas dormida seguramente ya habrían encontrado su cuerpo. Entonces podrían estar al tanto de que ella estaba involucrada en su muerte...el acuerdo que tenía con su padre, si se metía en problemas graves tendría que volver a verlo.
-La policía ya estará investigando la muerte de Charlie, habían muchas personas en el club, seguramente lo habrán encontrado...-habló con ansiedad, su respiración cada vez más acelerada y Víktor se acercó a la cama mirándola intrigado.
-No te preocupes por eso, el tal Charlie, o por lo menos lo que queda de él, a estas alturas ya estará en el estómago de mis cerdos. -declaró y ella lo miró asombrada.
-¿Te deshiciste de su cadáver? -inquirió y Víktor la miró desconfiado, otra en su lugar hubiera salido corriendo pidiendo auxilio, pero todo aquello para la chica era de lo más normal.
-Ya tengo demasiados cadáveres repartidos por la ciudad, no me apetecía sumar uno más y menos cuando es innecesario. -gruñó y después le ofreció una bata que ella miró con recelo. -Ahora que ya está todo explicado, y que sabes que no tendrás problemas con la policía te puedes marchar. Necesito dormir y no he podido hacerlo desde que entré contigo a esta habitación. -comentó con un tono de fastidio y Marina lo miró con una punzada de curiosidad.
-¿Has estado cuidando de mí? -Era absurdo imaginar un hombre tan peligroso protegiéndola como si fuera su ángel de la guarda.
-Era mi responsabilidad hacerlo, me gusta hacer las cosas bien y no podía traer a una cría a mi casa sin asegurarme de que estuviera bien. -confesó y ella sonrió disimuladamente.
-¿Quién eres? -se interesó y Víktor ladeó la cabeza observando cada detalle de la jovencita que estaba en su cama, totalmente desnuda.
Marina se tensó cuando lo vio ensimismado con su boca pequeña y rosada; recorriendo con los ojos su piel aterciopelada e incluso sus mechones rubios que parecían atraer su atención.
-Me gustaría saber quién es mi ángel de la guarda.
Víktor esbozó una sonrisa socarrona y la miró directo a los ojos.
-Llamarme "ángel" es una grave falta de respeto a seres tan inmaculados como los soldados de Dios, ¿te parece que soy un ser divino, angelito? -se burló y se tensó cuando Marina lo miró de arriba abajo humedeciéndose los labios.
Fue la primera vez que la mirada de una mujer lo intimidó, encima siendo una chica tan joven y con una mirada tan traviesa.
-No, pareces el lobo malo que ha decidido cuidar de la caperucita antes que devorarla. -replicó. Era un hombre atractivo, pero también era despiadado, frío y calculador. -¿Quién eres?-insistió.
-Me llamo Víktor, Víktor...
-Torosyan. -continuó ella por él recordando la conversación en la casa de Fineas.
Marina tenía delante al "hombre del saco" que atemorizaba a los tipos más peligrosos de Gales.
-¿Sabes quién soy? -inquirió Víktor desconfiado.
-Eres famoso, ¿sabes? Tienes a más de uno cagándose encima, por el miedo de toparse contigo. -contestó. -Bueno... yo me llamo...
-No me interesa tu nombre, no tengo la intención de volver a verte, así que me es indiferente. -gruñó cortante y ella curvó sus labios.
-Como quieras, pero debes saber que ...tengo hambre. -comentó acomodándose en la cama, ignorando lo borde que intentaba ser con ella y Víktor la miró sorprendido.
-Y yo quiero que te largues de mi casa ahora.
_Después que me des de desayunar. -rebatió mirando el reloj de la pared que estaba detrás de Víktor, no le apetecía separarse tan pronto del primer hombre que despertó su interés. -Dijiste que te gusta hacer las cosas bien, enviarme de vuelta a mi internado sin desayunar después de haber pasado horas inconsciente, por culpa de un animal miserable que intentó violarme, no me parece un buen trabajo. -argumentó con una mirada inocente.
-¿No tienes casa aquí?
-No, mi familia vive en España, soy gallega. Me tienen encerrada en un internado de monjas que no está muy alejado del centro. -contó abrazando la manta a su cuerpo.
-Y al parecer no te enseñaron a tener cuidado con los extraños. -espetó Víktor molesto.
-Digamos que gracias a mi familia aprendí a tener cierto interés por lo desconocido, ya que es donde habita las verdaderas aventuras.
-También los finales trágicos, angelito...
-¿Qué sería de la vida sin un poco de tragedia? -replicó con sarcasmo y Víktor se perdió en sus ojos verdes. Había mucha curiosidad en ellos, pero también había seguridad, demasiada para una chica tan joven, pensó.
Víktor pidió que le trajeran el típico desayuno inglés. Panceta, huevos, tomates a la parrilla, champiñones, tostada y unas salchichas.
Marina devoró su desayuno sin apartar la vista de Víktor. Le causaba curiosidad ver como no se sentía incómodo, pues tampoco apartaba la mirada de ella.
Después de terminar se limpió la comisura de sus labios y Víktor se paró delante de la cama con su revólver en la mano para volver a ofrecerle un albornoz, que ella se negó a aceptar.
Marina miró la prenda con curiosidad y sin molestarse en tomarla se levantó de la cama dejando caer la manta que cubría su desnudez.
Víktor apartó la mirada de ella y Marina sonrió con satisfacción, por su reacción.
-¿No te sientes incómoda desnuda delante de un extraño? -cuestionó tirando el albornoz al suelo.
-No tengo por qué, además creo que a ese extraño le gusta tenerme desnuda. -dijo con tono seductor, no pensaba disimular que estaba excitada con la oscuridad de su salvador.
-¿Cuántos años tienes? -preguntó Víktor con la mirada fija en la ventana, observando el cielo gris de Londres.
-Tengo diecisiete, en unos días cumpliré los dieciocho años. ¿Es todo lo que necesitas saber para mirarme?
-No tengo la intención de mirarte, las colegialas no me gustan.
-Somos la fantasía de casi todos los hombres del mundo. -refutó y Víktor la miró a los ojos.
-No la mía. No te miento que me encanta la perversión y follar como una bestia, pero me gusta hacerlo con mujeres y no con niñitas que huelen todavía a pañales cagados. -escupió con vehemencia. -Has desayunado y si estás bien para intentar seducirme, también lo estarás para lárgate de mi casa.
-¿Y si no quiero?
Víktor llevaba años de su vida sin pensar en su padre, que se suicidó cuando Víktor cumplió los veinte años para pasarle su trono. Recordó sus palabras, la advertencia que le dio sobre las mujeres.
Eran seres malignos, seguidoras de la serpiente del infierno y la que tenía delante parecía ser la más venenosa de todas, escondida en el cuerpo de un ser angelical.
Víktor apuntó el revólver a su cabeza y le dijo.
-Hay un auto afuera que te llevará directo a tu puto internado, no volverás a verme nunca más así que olvida este momento y mi cara, angelito.
Marina acortó la distancia entre ellos presionando la frente en el cañón del revólver y lo miró a los ojos.
-No olvidaré tu rostro Víktor, no olvidaré tu voz y esa mirada tan obscura que tienes. -aseguró.
Ella le dio la espalda, para tomar su ropa que estaba sobre una silla, en un rincón de la habitación.
Víktor llamó a una de sus empleadas para que fuera a buscar a la chica, y acompañarla hasta la salida, mientras tanto observaba cada uno de sus movimientos y se maldijo mentalmente por esa parte de su cuerpo que sí se sintió tentado a ponerla en cuatro y romper ese coñito pequeño que seguramente tendría.
En la puerta la chica de cabellos rubios y mirada letal, que hizo el mafioso sentirse por primera vez ante una verdadera amenaza, le echó una última mirada.
-Por cierto, me llamo Marina y ha sido un verdadero gusto conocerte y ser salvada por ti, Víktor Torosyan.

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