Capítulo 5

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Ahora todo tenía sentido, esas muestra de cariño, esa extraña y repentina preocupación que tuvo por él, ¿todo eso se debía a esto?

—Mamá —La voz de Ares tembló y tiró sus muletas al suelo, poco a poco se arrodilló ante una habitación blanca y sin vida.—Dónde... Dónde están los lienzos y las pinturas, los cuadros que había terminado, mis pinceles, en dónde, ¿En dónde están?

Erina cerró la puerta de la habitación de Ares, se acercó por detrás y lo abrazó.

—Perdóname—dijo con una voz temblorosa.

—No, no quiero escuchar tu perdón, ¡yo no te pedí eso, dije que-!—arrugó la frente y sus lágrimas fluyeron —¡¿Dónde están mis cosas?! ¡MAMÁ, DIME QUE LAS TIENES TÚ!

Erina negó con la cabeza y abrazó con más fuerza a Ares.

—Lo siento, no pude hacer nada.

—Fue... —apretó sus manos y habló con dolor en cada palabra —¿Fue el señor Yao el que hizo esto?

—Tu padre debió tener sus razones, no lo juzgues Ares.

¿Por qué? ¡Por qué! ¡Por qué su madre era así! Se comportaba tan fría con su padre cuando él estaba presente pero cuando estaban los dos solos ella era tan dócil, tan ingenua.¡Por Dios!

¡La realidad era que su madre amaba ciegamente a su padre por sobre todas las cosas!

—¡Mamá, tú sabes lo que significaban para mí esas pinturas! ¡Esto lo hizo el Señor Yao por lo que le sucedió a Iris!
¡Yo no tengo la culpa Mamá!, Iris quería practicar rapel, yo casi muero por protegerlo y papá solo...

Quería llorar más de lo que estaba llorando.

—Él me culpó sin saber que fue Iris el de la idea.

Erina ya no sabía qué hacer, tal vez debía comprarle de nuevo todos esos materiales que fueron echados a la basura, podría reponerlos todos ellos pero en cuanto a los cuadros que fueron hechos por Ares, de esos que fueron rotos y quemados, ella definitivamente no podría hacer nada para repararlos.

Lo único que podía hacer era pedir perdón a su hijo.

—Perdóname Ares, lo siento tanto, tu madre debió oponerse pero...

Pero ella amaba demasiado a Yao como para oponerse a él.

—Mamá, ¿por qué papá me odia tanto?

Desde que era niño sintió el rechazo de Yao hacia él y como cualquier otro niño que buscaba la aprobación de su padre y sobre todo su cariño, él actuó de manera diferente que los otros niños de su edad.

Nunca hizo berrinches, estudió arduamente todos los días, siempre obtuvo las mejores notas, aprendió diferentes deportes en los que se destacó pero en ninguno de ellos sintió que su padre se sintiera orgulloso de él, su mirada fría y distante mientras chasqueaba la lengua cuando se daba la vuelta para dejarlo atrás, esos eran los únicos recuerdos que venían a su mente.

—Dime porqué papá me odia tanto.

Tomó las manos de Erina y miró sus ojos en busca de una respuesta.

—Mírame, ya no soy un niño, así que ahora puedo entender las razones de tanto desprecio.

Erina tocó el rostro de su hijo, para ella Ares seguía siendo un niño, pero ahora mismo debía de decir la verdad antes de que Ares se enterara por otros medios.

Su hijo sufriría mucho pero sufriría aún más si no sabía cuáles eran los motivos por los cuáles Yao era tan cruel con ellos.

—Mi padre y la madre de tu padre arreglaron nuestro matrimonio, todo fue por conveniencia, no por amor, así que deberías de entender que tu padre fue obligado a casarse conmigo.

Ares se imaginaba que algo así había pasado y más por lo conservadora que era su familia, pero no creía que por ello Yao lo odiara.

—Hay más ¿verdad?, dímelo madre, dime el motivo real detrás de todo esto.

Erina asintió y suspiró cansada de toda esta situación, si tan solo nunca se hubiese enamorado de Yao Pardis, nada de esto le sucedería a su hijo.

—Tu padre ya tenía a alguien en su corazón.

Aquella mujer de la cual su esposo se había enamorado era alguien totalmente diferente a ella.

Aquella persona era hermosa y con un rostro angelical, tan amable y bondadosa, pero en cambio ella...

En ella no había nada angelical, su apariencia era brusca y siempre lucía como si estuviera enojada. ¿Cómo podía ganarle ella a la persona que tanto amaba su esposo?

—Entonces, si tenía a alguien que amaba ¿por qué se casó contigo?

Esa pregunta fue muy fácil y a la vez dolorosa de contestar.

—Esa mujer también tenía a su persona amada. Así que tu padre se rindió por el bien de su felicidad y fue por ello que aceptó casarse conmigo y también para no arruinar la reputación de nuestras familias. Yo amaba a tu padre así que no me importó que se casara conmigo por esos motivos.

Ares maldijo en ese momento a su padre por ser tan imbécil ¡Cómo pudo usar a su madre como plato de segunda mesa!, ¿acaso no existía un límite para odiar a Yao?

—¿Quién es esa mujer? —preguntó con resentimiento, no sabía cómo pero la encontraría y la haría pagar por el sufrimiento de su madre.

—Es Sofía.

Ares sintió un ligero colapso dentro de él, su corazón estaba siendo atravesado por una aguja afilada, sí, eso debía ser, porque si no lo era entonces ¿a qué se debía esta dolorosa sensación?

—La madre de Iris —respondió con una sonrisa distorsionada —, la persona que el señor Yao ama es la madre de Iris, ¿es por ello que no me quiere?, ¡¿Es porque no nací del vientre de esa mujer?!

Erina negó con la cabeza a la resolución que había hecho su hijo.

—No, Ares, tu sabes que el hermano menor de tu padre murió después de un año de casado con Sofía, la realidad es que tu padre tuvo la oportunidad de divorciarse de mí, pero...

—¿Pero qué? —preguntó con temor.

—Pero... —Erina acarició la mejilla de Ares —pero tú ya estabas en mí, yo estaba embarazada de ti, mi pequeño Ares.

Un colapsó más, ¿acaso podría soportar otro igual?

¿Entonces todo se debía a que su propia existencia arruinó la felicidad de su padre con aquella mujer?

¿El motivo de su odio es porque debido a él no pudo reunirse con Sofia?

—Por favor Ares, no guardes rencor hacia tu padre, ódiame a mí en cambio por aferrarme a este amor que siento por él.

—Madre... —Sostuvo las manos de Erina y agachó su mirada lleno de frustración— Madre, tu amor por Yao me hace miserable, ¿no te das cuenta?, ¡que tan miserable debería lucir para que te des cuenta de lo infeliz que soy! ¡POR FAVOR!—gritó con un nudo en la garganta —¡No me pidas que no lo odie porque también terminaré odiándote a ti!

Salvando al hijo desterrado Donde viven las historias. Descúbrelo ahora