Mía estaba de tan mal humor que no conseguía concentrarse en nada de lo que tenía pendiente por hacer esa mañana. Cada dos por tres se le iba la cabeza al mismo tema, a la conversación que tuvo con su hermano la noche anterior, y le entraba una rabia tan poderosa que terminaba por soltar la cámara, o el lápiz, o lo que fuese que tuviera entre las manos y se veía obligada a tomar algo de aire. O un café.
Por supuesto, todas sus amigas y compañeras de trabajo, con las que compartía su vida desde hacía un par de años, se dieron cuenta enseguida y no dudaron en acorralarla a la hora de la comida.
—Tampoco tiene por qué ser tan malo ayudarle con eso —comentó Vega, acomodada justo en frente, con un plato de macarrones hasta arriba de queso al que le clavaba el tenedor con algo de ímpetu—. A mí me parece una putada que las marcas te condenen por tu sexualidad.
Mía la fulminó con la mirada. De no haber estado embarazada de cuatro meses, le habría dicho un par de cosas empujada por la rabia y el malestar que llevaba toda la noche acompañándole.
Pero su amiga, la periodista más peculiar de Serendipity Magazine, esperaba un bebé y eso la volvía más sensible a cualquier tipo de estímulo que tuviese alrededor. Y Mía no era de las que disfrutaban haciendo llorar a las personas que quería.
—Es más, pienso escribir un artículo al respecto en cuanto este bodoque me deje tranquila y pueda investigar el tema a fondo —agregó, relamiéndose los labios.
—A mí me huele a putada —dijo Bárbara, la psicóloga y periodista de la redacción. Estaba al frente de su sección semanal donde ayudaba a los demás con sus problemas, Bárbara Responde, y la gente la adoraba por su tranquilidad y su buen rollo—. ¿Por qué querría liarte a ti para que hicieras algo semejante?
—Es su mejor amigo —dijo Mía—, y el tema le escuece, así que pensó que podría liarme para que cediera.
—Le habrás dicho que no, ¿verdad? —A su lado, Martina la miró preocupada.
Era la última incorporación de la revista. Entró como suplente de Bárbara, dos años atrás, y terminó enamorándose del director, Holden Miller, y al frente de una sección donde la gente enviaba todo tipo de relatos amorosos y sexuales. Las ideas revolucionarias de aquella mujer menuda, de cabello castaño y ojos algo saltones salvaron a la redacción de caer en la monotonía.
También le gustaba su amistad porque era mucho más cabal que Bárbara y Vega. Especialmente la última. Adoraba a la rubia con cada pedacito de su corazón, pero su impulsividad, junto a la fuerza arrolladora que exudaba, la ponían en un compromiso cada vez que le pedía consejo sobre algo. Si de ella dependiera, hacía tiempo que Mía se hubiese acostado con la mitad de los hombres catalanes solo para demostrarse que no tenía ninguna tara, y que todo estaba en su mente.
Menos mal que siempre existían cuatro cabezas pensantes en esa mesa y había que llegar a una idea en común antes de tomar una decisión.
—Me he negado hasta por señales de humo —cabeceó Mía, removiendo el café que se tomaba siempre después de cada comida, o no sería capaz de hacer frente a lo que quedaba de tarde—, y Elías se ha cabreado, y me ha dicho que nunca pienso en los demás.
—Pero si eres la persona más empática que conozco —pestañeó Vega, aún con su plato de macarrones a medio comer—. Si de ti dependiera, adoptarías a todos los perros y gatos que te encuentras por la calle.
—Una cosa es adoptar un perro, y otra adoptar un novio de pega —le recordó Martina.
Mía agradeció en lo más profundo de su ser que le apoyara en aquella locura en lugar de reprochárselo, como hacía su hermano.
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TRILOGÍA SERENDIPITY MAGAZINE - Capítulos de prueba
RomanceCapítulos de prueba de la trilogía Serendipity Magazine. Ya disponible en todas las plataformas.