Unai golpeó el saco con más fuerza de la necesaria. Se sentía frustrado y cabreado desde que habló con Don Pepe sobre su futuro laboral si no solucionaba el inconveniente que las marcas se habían buscado para cerrarle las puertas en las narices. Él prefería llamarlo putada, que a fin de cuentas es lo que era.
Después de su conversación efímera y fría, sus ánimos habían descendido hasta el Inframundo. Probablemente Hades se estaba divirtiendo jugando a la pelota con sus ilusiones pisoteadas. Unai, para variar, se desquitaba en el gimnasio de la empresa al que acudía siempre que posaba sus pies en tierras catalanas.
Barcelona era su segunda casa. Allí tenía amigos y conocidos, y una vida más o menos estable en la que se escondía cuando todo le sobrepasaba. Como ocurría en ese momento. La rabia y la desesperación le consumían igual que la llama a una vela. ¿Por qué tenían que aparecer problemas tan absurdos a joderle la vida? ¿Es que tenía el karma sucio, quizá? Si en el pasado había sido un asesino en serie, lo lamentaba profundamente, pero no tenía sentido seguir pagando por cosas de las que ni se acordaba.
—El saco no tiene la culpa —le dijo Elías, apoyado en uno de los rings del gimnasio, donde la gente practicaba kick boxing y boxeo—. Vas a hacerte daño en las manos si sigues así.
—Estoy hasta los cojones —espetó Unai de malas formas—. ¿Qué se supone que tengo que hacer ahora? ¿Echarme una novia en menos de un mes para que las marcas me dejen seguir colaborando con ellas después del verano? Es absurdo.
Su amigo cabeceó, distraído. No dejaba de seguir con la mirada la rapidez y la furia con la que los puños de Unai se estrellaban contra uno de los sacos que colgaban del techo con una cadena. Nunca le había visto así de enfadado, y por mucho que le pesara, entendía muy bien la sensación que le quemaba como fuego desde dentro.
—Tal vez esa sea el punto —Elías esbozó una sonrisa sosegada nada más recibir la furibunda mirada de su amigo desde la distancia—. Una novia falsa es una buena solución. Si en las películas funcionan, ¿por qué no en la vida real?
Unai dejó de golpear el saco y se rio entre dientes con sequedad.
—Porque la vida real no tiene guionistas de Hollywood detrás, Elías. ¿Cómo voy a buscarme una novia falsa? ¿Te has vuelto loco?
—A lo mejor, pero después de una mañana escuchando tus lloriqueos y frustraciones, es lo único que se me ha ocurrido. Más que nada porque te niegas a buscar escándalos con mujeres de tu entorno.
—Exacto, me niego. ¿Cómo voy a hacerle eso a alguien a quien aprecio? Tal vez no soy el mujeriego que todos piensan, pero no pretendo cambiar mi forma de ver el mundo a raíz de esto —señaló el suelo con los dedos—. Te juro que llevo una semana durmiendo mal y trabajando con desgana, y aun así no se me ocurre ni una sola cosa que me ayude. Salvo liarme con mi mejor amiga, y es lesbiana. Lo cual no creo que funcione.
Luna le había dicho que estaba dispuesta a fingir que era bisexual y besarle los morros delante de los paparazzi si con eso le echaba un cable. Por supuesto, él se negó. No solo porque no le apetecía joderle la vida a su única amiga íntima con escándalos dignos del Hola y otras revistas de cotilleos; también contaba el detalle de que todo el mundo sabía que era lesbiana. La habían visto dar discursos en redes sociales al respecto, ir a manifestaciones del día del orgullo con la bandera correspondiente y pasear a sus novias por Instagram con una sonrisa de idiota enamorada. Dentro y fuera del mundo del maquillaje, la actuación y el modelaje la gente sabía de sobra que Luna Espinosa caminaba por una sola acera, y allí no se cruzaba a ningún hombre.
Su hermana le había sugerido que hablase con alguna otra modelo o youtuber con la que tuviera confianza para pactar algún escándalo pequeñito. Un affaire que, aunque no existiera de verdad, la gente pensara que sí.
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TRILOGÍA SERENDIPITY MAGAZINE - Capítulos de prueba
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