7. Guardaespaldas

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—¡Lisa quítate de encima de mi!

Tenía la cabeza encima de mi y prácticamente toda la cama que de por si estaba bastante grande, para ella sola. Le di un manotazo en la frente.

—Mujm—protestó dándome un golpe en el brazo para luego acomodarse en el otro lado de la cama.

—Pesada—bufé levantándome con pereza. Mamá nos miraba divertida desde el umbral de mi cuarto—¿Hay desayuno?—pregunté aún con mala cara por el tremendo despertar.

—Si, lo hizo tu papá antes de irse a al estudio, yo estaba esperando que te despertaras para anunciarte algo.

Entrecerré los ojos con desconfianza, su cara me decía que ese algo no me iba a gustar y que además no iba a poder negarme.

—¿Qué es?—le presioné.

—Primero vamos a desayunar, después te lo digo—dejó claro y se fue dejándome boquiabierta.

—Eso no se vale—protesté.

Me puse de pie maldiciendo no se cuantas cosas, como por ejemplo a Lisa que no dejaba de roncar. Y para colmo de males había perdido una chancla. Suspiré derrotada yendo descalza a la planta baja.

Me senté en la barra de la cocina y observé cómo mi madre ponía todo el desayuno frente a mi. Ni siquiera espere a que ella se sentara, comencé a comer como si no tuviera tiempo.

—Come suave Alma, te caerá mal—advirtió y puse los ojos en blanco.

Estaba de muy mal genio ese día. Con algo de desconfianza me fije en cómo mi madre se sentaba frente a mi con cautela.

—Creo que no me gustará lo que sea que vayas a decir.

Seguí comiendo, permanecimos en silencio unos segundos hasta que ella se terminó su jugo y me miró.

—He pedido a uno de mis contactos en la DEA que nos ayude a encontrar un guardaespaldas para ti.

—¿Qué?—exclamé bajándome de la silla para caminar hacia la sala.

Ella me siguió, se le notaba en el rostro que estaba cansada. Me imagino que pasó toda la noche investigando y llamando a su amigo para que encontrara un escolta lo más rápido posible.

—Lo que sucedió ayer podría repetirse.

—Mamá, es mi decisión.

Me detuve frente al ventanal que daba a la piscina del jardín.

—Y tú eres mi hija, tu seguridad depende de mi.

—No quiero un niñero pegado a mi las veinticuatro horas del día—fue inútil rehusarme.

Simplemente pasó de mi y agarró su bolso. En una de esas Lisa bajó y al ver mi rostro enojado frunció el ceño.

—¿Sucede algo?—preguntó confusa.

—Si, resulta que mi madre quiere ponerme un escolta.

Y claro, mi amiga sonrió y dio unos brinquitos acercándose a mi. Luego se giró a mi madre y antes de que esta se fuera le preguntó.

—¿Es de esos que están buenísimos?

—Ha dicho que es joven—respondió mamá y mi amiga soltó un chiflido.

—Te deprimes porque quieres—chocó una cadera con la mía para animarme.

Puse los ojos en blanco una vez más y señalé a mi madre con la barbilla.

—¿Cuándo comenzará el calvario?—quise saber.

Puso los brazos en jarra y pareció pensarlo durante unos segundos.

The angel: La voz de mi Alma.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora