Querido iceberg

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Al llegar a casa, mis padres me esperaban, visiblemente molestos, en la sala de estar. Thiago se había quedado conversando con su compañero en el jardín.

-¿Se puede saber qué ha pasado por tu cabeza? ¿Sabes que pudiste haber muerto? Deja de actuar inconsecuentemente -comenzó a reprenderme mi madre.

Estaba tan agotada que ni siquiera le respondí; al fin de cuentas, todos tenían razón, yo era la inconsciente. Solo que todos han sido así en algún momento, y yo también tenía derecho de serlo.

-Pues es idéntica a ti -dijo papá y recibió una mirada de advertencia por parte de ella-¡Es cierto, princesa! Tienes que dejar de sacarnos estos sustos -esta vez se volteó en mi dirección para intentar darme un sermón.

-Lo sé, perdónenme -susurré, y ambos se quedaron en silencio.

Caminé por todo el salón hasta sentarme en el sofá. Mi madre se sentó junto a mí al cabo de un rato y mi padre en frente, y cuando hice un puchero desvió la vista. Eran tan débil a mis caritas.

-Ya no más entrevistas -me advirtió, y le lancé una mirada lastimera.

-Pero...

-No, Alma. Se acabó-mi madre por otro lado, era radical.

Me crucé de brazos y me resigné a ello. Sabía que mi madre no cambiaría de decisión fácilmente, así que decidí quedarme en silencio y esperar a que las aguas se calmaran.

-Iré a mi habitación un rato; en la tarde, tengo una sesión para grabar el video junto a Jay -me excusé, y ambos asintieron comprensivos.

-¿Le avisaste a Nick que tenías que salir otra vez?-preguntó mi padre.

-No pretendo contarle mi agenda -respondí enojada y subí las escaleras dando grandes zancadas.

Al llegar a mi habitación, suspiré y me sorprendí al ver a Emi sentado en el borde de mi cama, admirando una fotografía de nosotros antes de que él se fuera de viaje.

-¿Qué haces aquí? -pregunté confundida, y él se puso de pie, caminando rápidamente hacia mí para darme un beso en la frente.

-¿Estás bien? Me asusté mucho cuando mi tía me contó acerca del atentado -sus brazos me rodearon con fuerza, y aspiré el aroma de su abrigo.

Si tan solo no llamara su atención solo cuando me pasan cosas malas, si se fijara en mí y dejara de verme de esa forma tan inocente.

Deja de ser tan dramática.

Mi conciencia era tan cruel.

-Estoy bien, Emi, no tienes de qué preocuparte -dije sin más y caminé a la cama para sentarme en ella y masajear mis pies algo a doloridos. Odiaba los zapatos altos.

-¿Por qué estás tan enojada?-quiso saber y cerré un poco los ojos estirando el cuello de un lado a otro.

-Mi vida ha dado unos cuantos giros bruscos, Emi. Y para colmo, tengo un guardaespaldas que me sigue a todas partes-señalé la ventana de mi habitación que daba al exterior.

-Al menos estarás protegida -dijo en un intento de hacerme ver el lado positivo, y solté un "Mjum" como respuesta.

Todo se quedó en silencio durante un largo tiempo, y yo no sabía cómo romperlo; la verdad tampoco me apetecía. Mi cabeza era un caos, y no tenía ánimos para lidiar con mis emociones respecto a Emilio.

-¿Te pasa algo conmigo? Desde que llegué te noto algo hostil, es como si algo te incomodara -pronunció cada palabra cuidadosamente; yo solo le miré y sacudí la cabeza.

The angel: La voz de mi Alma.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora