CAPÍTULO 8

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LEAH

Siempre he pensado en la oscuridad como algo positivo.

Aunque no siempre fue así, ya que de pequeña recuerdo tener un miedo horrible a la falta de luz. Sin embargo, poco a poco, la sensación que antes me abrumaba al encontrarme a oscuras se fue convirtiendo en una sensación de paz que llena cada rincón de mi cuerpo.

De pequeña, adoraba la noche porque aquello significaba que Naos y yo nos escaparíamos a ver las estrellas. A medida que fui creciendo desarrollé una nueva perspectiva sobre la oscuridad.

Me di cuenta que la falta de luz no es solo aquello que trae consigo la noche. La oscuridad puede ser también un sentimiento abstracto que cada persona puede interpretar según sus circunstancias.

Oscuridad fue lo único que sentí desde la última vez que vi a mi hermana. En ese momento, para mí el sol dejó de brillar y se instaló en el cielo una nube que cubría cualquier rastro de esperanza o felicidad.

Sin embargo, había ocasiones en las que no me importaba sentirme así. Adoraba sentirme invisible. Adoraba no llamar la atención. De algún modo terrorífico la oscuridad que sentía me llenaba internamente. Me había acostumbrado a pasar desapercibida, a reducir mi vida social lo máximo posible y a vivir en la negrura.

¿Por qué como sociedad tendemos a fingir siempre que todo está bien? ¿Por qué ignoramos a quienes no quieren seguir esta regla? ¿Por qué nos parece mucho más fácil simplemente no ver a quiénes necesitan ayuda en lugar de ofrecerla?

Muy fácil, tendemos a pensar que son situaciones con las que nunca nos sentiremos identificados. Siempre pensamos en ellas como cosas lejanas, que no tienen porque pasarnos a nosotros. Sin embargo, algo que he aprendido en mis dieciocho años de vida es que el universo no es tan selectivo como parece, que la felicidad es algo efímero y que la tristeza siempre estará esperando a poder remplazarla.

En mi pueblo había dejado de ser Leah para convertirme en la chica cuya hermana había muerto. Por unos meses todo el mundo parecía conocerme y entender mi sufrimiento. Después de eso, pasé a ser la chica invisible. Soy consciente de que en cierta parte es mi culpa, pues yo misma decidí alejarme de mis amigos y de todo el mundo en general. Pero he de admitir, que a cierta parte de mi le encantaba pasar inadvertida, así que, en cierto modo, agradecía esa situación.

Por eso, todas las miradas que sentía sobre mí conforme avanzaba por el pasillo hacían que surgiera en mi un sentimiento de ansiedad incontrolable.

Mi objetivo al venir a la universidad era pasar lo más desapercibida posible. Mi plan consistía en irme lejos de casa, lo suficientemente lejos como para que nadie me mirase con lástima o iniciase un intento de conversación sobre lo buena persona que era mi hermana y lo mal que tendría que estar pasándolo yo, graduarme e irme a la ciudad más lejana posible a ejercer.

No obstante, sin quererlo, mi plan parecía estar hundiéndose cada vez más. Desde que había puesto un pie en la facultad esta mañana lo único que podía escuchar eran susurros, susurros cuyos mensajes protagonizaba yo.

En realidad, los protagonizábamos Liam y yo, como no. No sabía de qué hablaban exactamente, pero puedo hacerme una idea.

Mis dos teorías eran: 1. Se habían enterado del beso. 2. Emily se había ido de la lengua y le había contado a todo el mundo que Liam y yo somos "novios".

Sinceramente, a estas alturas no sé cuál de las dos prefería.

Estaba tan concentrada en huir de los rumores que apenas me di cuenta de que había alguien frente a mí. Gracias a eso, acabamos por chocarnos provocando que todos mis libros salieran disparados por el suelo.

La Estrella Que Nos UnióDonde viven las historias. Descúbrelo ahora