1. COQUETA

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—¡Suéltame, Leo! —se quejó Susana mirando a su novio con enojo.

—¡Que ni se te ocurra coquetearle al gordo, ese te puede ir muy mal!

—¡Sabes que no te temo, así que déjame en paz! —se soltó de su mano con rabia.

—¿Cómo pudiste dejar que te tocara?

—Tomó mi mano para despedirse y no le coquetee.

—Te conozco, vi tu sonrisa.

Susana hizo una mueca.

—Al menos Samuel me mira con interés.

Se sintió provocado.

—Ese gordo infeliz va a saber quién soy.

—¡No te atrevas a tocarlo!

—¿Tanto te interesa?

Susana entrecerró la mirada recordando al muchacho de diecinueve años que había llegado ese semestre a la universidad privada en que ella estudiaba apenas el bachillerato.

Samuel era un chico tímido de un metro ochenta y pesaba más de 150 kilos. Era de apariencia regordeta y dulce y eso había causado una grata impresión en la adolescente de diecisiete años, quien sabía que le gustaba, pero Samuel conocía su relación con el jugador de fútbol soccer y no se atrevía a mirarla a los ojos.

—No me interesa.

—Más te vale.

—Más te vale a ti no volver a ponerme un dedo encima.

Los ojos apenados de Samuel y sus mejillas arreboladas delataron que la había estado observando. Susana sonrió y jugueteo con el botón que se había desabrochado mostrando una generosa parte de su sostén.

—¡Samuel, parece que nunca habías visto unos pechos! —comentó risueña cuando caminaban de regreso a su casa—. No quiero imaginar lo que sería de ti si me vieras desnuda.

Samuel se puso muy rojo recordando que eso ya había sucedido. Fue una noche casi cuando recién llegó. Su recámara quedaba justo frente a la de ella y eso sirvió para dejar de quejarse de su ruidosa vecina.

—Susana, esta noche necesito estudiar para un examen —dijo tratando de controlar su mente.

—Claro, te prometo no subir mucho el volumen de la radio y cerrar mi cortina más temprano.

—Eso no me molesta —se apresuró a decir

La risa de Susana incrementó su rubor.

—Eres tan dulce —dijo pegando su delgado hombro en el brazo del chico, luego rozó su mano provocando la locura en Samuel, quien detuvo su paso.

—¿Te parezco un oso de peluche o algo así? —inquirió levemente molesto ante la idea.

—Justo eso —confesó, consiguiendo desilusionarlo. Susana sonrió maliciosa, Samuel no podía seguir a su lado, así que aceleró el paso lejos de ella.

—Adiós, Susana.

—¡Sami! —exclamó ella apurándose para alcanzarlo—. Oye, no me dejaste terminar —volvió a pararse frente a él y tuvo que caminar en reversa, pues el enojado Samuel no quería oírla.

No soy un juguete ni estoy para divertirte

—¿No? —lo provocó sonriendo, tomando sus brazos sin parar el caminado rápido del muchacho—. Lo que tú no sabes es que me encantan los peluches —hizo el primer intento de detenerlo, pero solamente lo desaceleró.

—Deja de usarme.

—Aún no lo hago —respondió y usó su fuerza para que se detuviera el fin—. Sami —dijo con dulzura y se le acercó mientras acariciaba los botones de su camisa azul de cuadritos. Samuel perdió el aliento al sentir su dedo índice metiéndose entre los espacios de los ojales para tocar su barriga. Su mirada estaba cargada de tal malicia que el joven tragó saliva. Susan pegó su pequeño cuerpo en él y percibió su dureza—. Samuel —sonrió atrevida —, ¿no quieres ser mi osito? —inquirió—. Me gusta meter en mi cama a mis peluches —murmuró subiendo las manos a su pecho—. ¿Tú querrías? —acerco su boca al cuello y lo rozó con su aliento.

—Susana...

—¿Te gusto Sami?

—¿Debo responderte?

—Sí, agáchate un poco y dímelo aquí —señalo su boca.

Samuel la rodeó con sus brazos, era tan delgada y frágil. Recorrió su hermoso rostro, su piel blanca, la rubia y larga cabellera, los ojos aguamarina, sus labios sedosos.

—Me gustas —dijo en un murmullo que erizó la piel de Susana—. Y te amo —agregó sorprendiéndola.

—¿De verdad?

—Desde que te vi

—¿Por qué? Somos tan diferentes.

—Tal vez por eso.

Susana acarició su mejilla.

—Sabes que no soy un cerebrito como tú, que ni siquiera pienso entrar a la universidad, que he tenido unos cuantos novios.

—Uno por año desde que tenías trece.

—Que no soy virgen desde los quince.

—Eso no lo sabía.

—Pues así es —se apartó de él—. Lo hice con mi novio.

Samuel lo sospechaba, pero oírselo decir fue muy incómodo.

—Ah, sí, había olvidado a tu novio perfecto —dijo irónico.

—Leonel es guapo. Ya están las fuerzas básicas de fútbol, tiene un buen futuro y aunque es un bruto, a veces me quiere, creo...

—¿Y tú a él?

Susana dudó en contestar.

—Ya no. Creo que no es lo que quiero para siempre.

Sus palabras lo llenaron nuevamente de ilusión.

—¿Y qué quieres? —preguntó y ella lo miró fijamente.

—¿Quieres saberlo o quieres hacerlo? —preguntó con naturalidad.

Samuel la miró pasmado.

—¿Hablas en serio?

—Oí decir a tus papás que saldrían esta tarde a un acto académico de tu hermano —ronroneo—, tal vez ya no están.

Samuel seguía atontado.

—Pero tu mamá y tu papá...

—Llegan tarde del trabajo, estaré sola.

El joven creyó estar soñando.

—Debo bañarme primero y...

—Claro —dijo sonriendo—, aunque sería mejor idea si yo te ayudara.

Samuel disfrutó cada beso que le dio, cada rincón de su cuerpo, pero lo que Susan hizo no tuvo comparación: se arrodilló ante él en la ducha.

—No, Susana —le pidió nervioso.

—Nunca lo he hecho así.

—¿No?

—No, no confío en la fidelidad de Leo.

Samuel cerró los ojos cuando ella continuó.

En la cama fue tal su dedicación para hacerla feliz que cuando llegó el momento de unir sus cuerpos, él no descansó hasta que los espasmos en el vientre de Susana la hicieron retorcerse y gemir extasiada mientras lo abrazaba con sus brazos y piernas. Samuel se derramó en ella, quien terminó llorando sin control.

—Susana, mi amor —le habló dulcemente—. ¿Qué pasa?

La adolescente lo miró un par de segundos. Samuel la vio salir de su cama para vestirse torpemente

—¿Qué hice?

—Déjame en paz —sollozó.

—¿Te lastimé?

Susana lo miró nuevamente.

—Será mejor que no hablemos de esto por ahora.

—¿No te gustó?

—Tengo que irme, Sami.

—¡Susana!

EL ROMANCE DE SUSANADonde viven las historias. Descúbrelo ahora