13. Fantasma

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Por primera vez en trece años Susana volvió a ver la abandonada habitación de Samuel.  Abrió la ventana, su llanto cesó para ver con claridad. Se limpió las lágrimas y rogó para que Sami apareciera y le dijera que no estaba muerto, que la amaba, que la perdonaba por no haberlo convencido de su inocencia cuando la acusó de infiel, de haber vuelto con Leo.

Cómo olvidar la rabia que vio en sus ojos, los que siempre la había mirado con amor.

Ese fin de semana que Samuel se fue a Los Ángeles, Susana recordó haberse quedado a dormir en casa de su mejor amiga Alba, a quien le confesó que no había tenido su periodo. Entonces ella le sugirió que se hiciera una prueba casera o fueran a un laboratorio, sin que sus padres se enteraran.

Se hizo la prueba de laboratorio y  el resultado fue negativo, al menos esa vez

Días después, Sami tuvo el accidente y empezaron los desencuentros fuertes con Aurora, quien le prohibió que fuera al hospital. Incluso llamó a la policía acusándola de agresión. Luego le dio la terrible noticia de que Samuel había muerto. Susana sintió que su mundo se extinguió en un segundo. No había más que hacer.

 Con la muerte de Sami se le fue su única esperanza de ser feliz.  Lo  amaba como nunca amó a nadie. Ni siquiera pensó en lo que vino después. Duró varios días sin ir a la escuela, viendo a la familia de Sami ir y venir.  Su mente se trastornó por la tristeza, la culpa y por no haberle dicho lo que sentía. 

Cuando Aurora le dio esa foto que confirmaba su pérdida, ni siquiera lo pensó. Se cortó los brazos para aliviar el dolor, llegó a las venas y finalmente, enloquecida por completo, estando sola como siempre, tomó una decisión aún más drástica.

Nunca supo cómo es que recibió ayuda tan pronto que lograron contener la hemorragia. Tenía varios huesos rotos y siguió viviendo. No pudo reunirse con Samuel, su gran amor. Apenas se recuperó el médico la mandó hacerse otros estudios que cambiarían su vida. De un constante deseo de morir pasó a una lucha esperanzadora. 

Con ese terrible suceso, Karina comprendió el daño que como madre le hizo al ignorarla y centrarse solo en su esposo, quien no la atendía tampoco. Ambas renacieron, ella como madre, viendo a Susana luchar contra todo pronóstico por salvar la vida del bebé que esperaba. 

Su amor maternal se despertó al máximo, por ella y por la bebé en el vientre de su hija aún adolescente. Después la pequeña que logró nacer sana y sin secuelas por el intento de suicidio de Su al lanzarse por la ventana. 

Karina miró a su hijastra Mariana, luego miró a su nieta Vivian. Se parecía tanto a Samuel en lo físico, pero su carácter definitivamente era el de Susana.

—¿Le llevamos algo a Susana? —preguntó Vivian

—Claro mi vida —sonrió Karina agradecida por su nieta milagro, aunque ella sí perdió a su bebé tras el abandono de su esposo.

—Samy... —susurró Susana saliendo al balconcito.

Carlos no pudo aceptar que estuviera llorando por él. ¡Ella nunca me amó! Se dijo y en un arranque de rabia se paró frente a la ventana. Susana lanzó una exclamación ahogada al ver la figura en la oscuridad.

—¿Samuel? —inquirió reconociendo su altura —. ¡Sami! —exclamó y no lo pensó mucho. Salió corriendo de la habitación fuera de la casa.

Corrió por la acera con el corazón latiendo a mil y en el camino se topó con Carlos, pero lo ignoró y siguió corriendo hasta llegar a la reja de la casa de Samuel, la misma en la que le gritó tantas veces, aun cuando ya sabía que estaba muerto. Ignoró la cordura como en aquellos años y se subió a la reja para entrar. Tenía que verlo, no importaba que fuera solo su fantasma. La puerta estaba abierta y entró como un bólido, tropezó en el camino con algunos muebles, mas aun así continuó hasta llegar a su habitación.

—¡Sami! ¡Sami! —lo llamó con una mezcla de emoción y ansiedad.

Se paró en medio del cuarto donde vio su figura, pero no había nada, solo entonces la razón empezó a reprocharle su comportamiento. No había un solo mueble allí, no había nada.

—Sami —musitó sintiendo el regreso de los sollozos.

—Susana —una voz masculina la llamó sobresaltándola.

—¿Sami? —escuchó pasos y salió de la recámara para ver una figura en la escalera—. Sami.

—Soy Carlos —dijo el hombre en la oscuridad— ¿qué ocurre?

Susana creyó volverse loca, pues la voz le parecía tan familiar.

—Creí que eras alguien más.

—¿Estás bien? —preguntó mientras subía.

—No, yo...

—Te vi correr hacia acá y te seguí —dijo Carlos acercándose.

—¿Me seguiste? —repitió poniendo atención a su voz.

—Sí...

—No debiste, vámonos de aquí.

EL ROMANCE DE SUSANADonde viven las historias. Descúbrelo ahora