Susana regresó desolada. Tenía que romper el hechizo de Samuel echó en su vida, no podía seguir así.
—Sully, Sully, la payasita de la tele —escuchó de pronto en una esquina la voz de Carlos— ¿quien diría que esa payasita lleva dentro una revoltosa vida?
Susana se recuperó del sobresalto.
—¿Qué haces aquí?
—Conversé un poco con tu mamá hasta que se regresó a la casa para que Vivian no viniera a ver a mi... tía, no sé por qué se preocupa tanto. ¿De qué podría enterarse tu hija?
¿Y lo que hago aquí...? Nada, solo caminaba despacio rumbo a mi casa, muy despacio.—¡Mentiroso! ¿Cómo pudiste ocultarme que eras primo de Sami?
Carlos sonrió y se paró su lado.
—Quería saber qué tan cierto era eso de que eres una súper amante en la cama. El gordo me contaba todo.
—No te creo.
—¿Ah, no? ¿Y cómo crees que te volví loca en la cama aquella noche que pasamos en el hotel?
Susana apretó los labios.
—¡No tienes derecho a hablar así de Sami!
Carlos se humedeció los labios.
—El gordo era un depravado sexual como tu preciosa.
Su sonrisa le gritó a Susana que no le importaba y levantó una mano para pegarle. Carlos se quejó y ladeó la cara, pero no dejó de sonreír al enfrentarla.
—Samuel me engañó —respondió burlón— no me ofreciste nada de lo que le dabas.
—¡Claro que no, idiota! —replicó entre dientes y empezó a caminar de prisa.
Carlos la siguió. Antes de llegar a su casa la abrazó por la espalda.
—¿A dónde vas?
—¡Suéltame, Carlos!
—¡No me iré sin que me demuestres por qué volviste loco al gordo!
Había tantas emociones encontradas revoloteando en su mente y su cuerpo que terminaron yendo a su casa. Samuel significaba su amor y su muerte, Carlos una oportunidad de volver a vivir, pero sobre todo deseo, pasión, ganas de explotar, de librarse de la vida, de la opresión a la que se sometió debido al sentimiento de culpa por lo que le hizo a Sami y el daño tan grande que pudo causarle a su hija.
Carlos volvió a recordar aquellos días de su adolescencia en que Susana se apoderaba del control y lo acariciaba con tanto anhelo que sentía que no podría jamás amar a nadie, cuando creía que Susana era solo suya.
Le arrancó la camisa y dejó que le hiciera lo mismo con su falda. Se besaron, se estrujaron y luego fueron a la cama donde Carlos cerró las persianas y la miró. Tenía la respiración entrecortada
—Quiero verte.
Susana se paró junto a la cama y una duda la asaltó.
—No.
—Quiero verte —insistió invitándola a quitarse la ropa interior delante de él.
—Primero tú.
—Quítame tú el pantalón.
Susana tuvo nuevamente la sensación de estar frente a Sami y se paralizó un instante. Carlos recordó lo sucedido.
—Soy yo, Susana. No soy Leo —La chica frunció el ceño.
—¿Qué tiene que ver Leo?
—En él pensabas la otra noche que hicimos el amor.
—Claro que no —respondió de prisa.
—¿No? Siempre has dicho que no has olvidado a tu primer amor.
—Jamás pensaría en Leo como mi primer amor —dijo enfriándose. Se sentó en la cama y resopló—. Perdóname Carlos, no va a funcionar.
El hombre se acercó a ella y se sentó a su lado.
—Entonces, ¿en quién pensabas cuando te acostaste conmigo?
Susana sonrió triste.
—En él — dijo acariciando su pulsera.
Carlos resopló.
—Si Leo no te dio esa pulsera porque no es tu primer amor, ¿entonces quién fue?
Susana se quitó la pulsera de colores.
—No voy a engañarte otra vez.
Carlos miró su muñeca.
—¿Qué te pasó? —inquirió tocándola.
—Intenté suicidarme.
—Susana —susurró sorprendido.
—Cuando Sami murió —Carlos recordó que fue una mentira dicha por Aurora.
—Dios mío —musitó.
—Estaba tan mal que no fue lo único que hice. Tenía que asegurar mi muerte para estar con Sami y me tiré por la ventana. No quería que nadie pudiera evitarlo.
Carlos se estremeció con violencia.
—No puede ser...
—Amaba a Sami con todo mi ser —declaró—. Aún lo amo.
Carlos tragó saliva, de pronto un nudo en la garganta lo sorprendió.
—¿Entonces por qué le dijiste que se fuera? ¿Por qué terminaron?
—Su mamá fue más fuerte que yo. No podía competir contra ella por su amor. Yo mejor que nadie sabía lo importante que era tener el amor de una madre, porque nunca lo tuve.
—Susi, él te amaba más que a nadie —la abrazó sintiéndose al borde de las lágrimas.
—Perdóname Carlos, nunca quise usarte, pero estoy loca, estoy obsesionada con un muerto.
El cerro los ojos y la estrujó suavemente al abrazarla.
—Susy, mi amor.
La chica levantó la mirada y se topó con la suya. Se quedó unos segundos perdidos en los ojos de Carlos, luego se apartó de prisa. Lo miró asustada.
—Será mejor que me vaya —dijo nerviosa.
—¿Qué pasa?
—¡No quiero estar aquí! ¡Tú me perturbas demasiado y no voy a volverme loca! ¡Vivian me necesita cuerda!
—Susana —se incorporó—. ¿Vivian es hija de Sami?
—Sí.
Una sonrisa apareció en los labios del hombre, lo cual la confundió más.
—No lo puedo creer.
Susana recogió su ropa.
—Me voy, mi mamá se quedó preocupada.
—Llegaste muy alterada.
—Sí, fui a preguntarle Aurora por la tumba de Sami. Ella nunca ha querido decirme dónde está —volvió a sentir deseos de llorar.
—Susana —se la acercó y la tomó de los brazos—. Esa señora y yo vamos a tener una seria conversación.
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EL ROMANCE DE SUSANA
RomanceCarlos Ortiz era un apuesto productor de televisión exitoso, sin intenciones de atarse a ninguna mujer y es que a pesar de que habían pasado los años, aún olvidaba el dolor tan grande que Susana Guzmán le causó al engañarlo. Por eso, cuando regresó...