21. Frío

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De regreso a su casa la miró de reojo. Susana no dejaba de acariciar esa horrenda pulsera tejida en su muñeca llena de cicatrices. ¡Te odio Susana Guzmán! ¡Te odio tanto como te amo y me detesto por eso! ¿Cómo pude pensar que llegué a ser importante en tu vida?

No la miró cuando se bajó del Jeep. No deseaba volver a verla. Susana supo que habían terminado y con toda la razón, no podía reprocharle nada.

Carlos entró a la casa de su madre aún enojado, incluso más y Aurora lo detuvo cuando puso un pie en la escalera.

—¡Samuel!

—¡Te dije que no me llamaras así!

—¡Tú no me hables de esa manera tan grosera, Carlos! —comprendió su error y regresó a su lado.

—Lo lamento.

—No dormiste en aquella casa.

—No, mamá.

—¿Estuviste con ella?

—Sí, estuve con Susana.

—¿Discutieron? —Carlos resopló.

—Sí, ya se acabó.

—¿Puedo saber por qué?

—¡Porque es una cínica! ¡Me dijo que se acostó conmigo pensando en otro!

—¡Zorra, desgraciada!

—¡Por eso ahora la odio! ¿Cómo puede seguir enamorada del patán que fue su novio? De Leo

—¿Se atrevió a mencionarlo?

—¡Anoche me dijo que cuando ocurrió todo entre nosotros, estuvo con él en su mente y hoy en la mañana se puso como loca buscando una estúpida pulsera que le regaló!

—Olvídate de ella, no es buena.

—¡Esa maldita pulsera le preocupó más que yo! ¡Más que lo que yo sintiera! ¡Claro, el recuerdo del padre de su hija es más valioso!

—No entiendo...

—La pulsera se la dio Leo, el padre de Vivian.

—¿Qué?

—No te lo había dicho porque apenas me enteré.

Aurora sintió que las piernas se le doblaron.

—Entonces, ¿no es su hermana? —musitó sentándose. Carlos fue a su lado al verla palidecer —. Dios mío —susurró al recordar su intento de suicidio.

—Mamá, ¿te sientes mal?

—No, solo me preocupo por ti.

—Entonces deja de hacerlo porque en dos días me regreso a Los Ángeles.

—Creí que faltaban dos semanas para dejar el proyecto.

—Así es, pero ahora no soporto verla.

Aurora no supo si alegrarse o seguir angustiada. Samuel tenía una hija y no lo sabía. Vivian era su nieta y no le cabía la menor dudada, era tan parecida a la abuela de Samuel, a su madre.

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Susana se negó a comentar cualquier cosa con su familia. Se encerró en su cuarto, sintiéndose obsesionada con Samuel.

—Nunca dejaré de amarte Sami, mi gordito —sonrió con nostalgia—. La noche con Carlos fue como volver a tenerte.

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Karina frunció el ceño cuando vio a Carlos saliendo de la casa de Aurora. Disminuyó la velocidad de su auto y vio la actitud maternal de la señora.

—Te espero a cenar.

—Sí, aquí estaré.

Carlos salía de mañana a revisar los últimos detalles del programa de Sully cuando se encontró con Karina.

—Buenos días, señora —la saludo viendo en su auto.

—Buenos días, Carlos. —El productor notó su intención de acercarse y se detuvo.

—¿Se le ofrece algo?

—Voy a ser muy directa.

—Si se trata de Susana es asunto entre ella y yo.

—En la vida sentimental de mi hija no me entrometo, no lo hice cuando era adolescente, menos ahora.

—¿Entonces...?

—Ayer te vi con la señora Aurora y eso me inquieto mucho. —Carlos se tensó.

—¿Qué ocurre con ella?

—Noté que tu relación con la señora es muy familiar.

El hombre se mantuvo sereno.

—Sí, es mi tía —respondió lo más normal que pudo.

—¿Tu tía?

—Supongo que notó el aire familiar.

Karina comprendió entonces por qué Susana se sentía tan perturbada.

—Entonces, ¿eres primo de Samuel?

—Sí, el gordo Samuel —murmuró, irónico, sonriente.

—En paz descanse.

Carlos frunció el ceño.

—Su hija lo mató, ¿no? —nuevamente Karina se impactó—. Eso es lo que dice la tía.

—Entonces, ¿ya conocías a Susana?

—No mucho.

—¡Dios mío, Susana debe saberlo!

—¿Cree que deba?

Karina se quedó pensativa.

—No lo sé, ha estado tan mal desde que te vio —dijo interesándolo—. Cada vez que te mira la ataca una especie de remordimiento.

—Qué interesante. Discúlpeme, tengo prisa por irme. Hasta luego.

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Carlos se mantuvo por primera vez completamente profesional y Susana no pudo evitar sentirse relegada, pero no había por qué lamentarse, no estaba enamorada de Carlos y cuando se fuera se irían con él los momentos que compartieron.

—Carlos —le dijo en una pausa de la grabación del programa.

—Ahora no, Sully. —Fue su respuesta cortante.

—Debemos hablar.

Carlos la miró con indiferencia.

—Todo quedó muy claro entre nosotros.

—Por favor, es muy importante.

—Veo que tu madre no ha platicado contigo de algo que no te va a gustar mucho.

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—Ya supe que Carlos es su sobrino —dijo Karina.

Aurora siguió caminando al interior de la casa.

—¿Eso vino a decirme?

—No, señora, usted sabe muy bien qué es lo que siempre nos ha inquietado, sobre todo a Susana. Ella tiene derecho de saber dónde está la tumba de Samuel.

—Nunca se lo diré.

—Susana no ha podido estar tranquila desde que él murió. Usted la culpó de su accidente y después mi hija intentó suicidarse porque sintió que no tenía derecho a vivir.

Aurora recordó el terrible día en que regresó del hospital para recoger ropa de Samuel y entró a la habitación de su hijo. Desde ahí vio a Susana con las manos ensangrentadas y luego se sacudió con horror al recordar su mirada vacía como si estuviera muerta en vida antes de lanzarse al vacío.




EL ROMANCE DE SUSANADonde viven las historias. Descúbrelo ahora