parte 6

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Mónica había vivido cosas terribles. Como agente de policía, había sido testigo de los resultados de rituales satánicos, encontrado la fosa para cadáveres de un asesino en serio. Incluso había conocido a un psicópata que ya con doce años había cometido varios asesinatos… pero había algo en el aura que sintió detrás de ella que la hizo estremecerse, más asustada de lo que había estado en toda su vida.

Lily no tenía el mismo aspecto que en su último encuentro con Howard y Ginger. Por el contrario, la figura que aferró a Mónica por la cintura era la de un hombre, que superaba los dos metros, robusto, pero que compartía la piel pálida, los cuernos, las alas, el rabo y el cabello pelirrojo de la figura femenina.

Mónica trató de escabullirse, pero la mano izquierda de Lily le retenía el abdomen, sujetándose a sus abdominales marcados. Trató de gritar, pero la mano derecha le sujetó la boca. Por más que trató de agitarse, fue inútil. Lily la había permitido moverse sólo porque disfrutaba de su resistencia.

Pero esa dulce resistencia tampoco duró mucho. Mónica produjo un grito ahogado cuando sintió cómo sus dos agujeros eran penetrados al mismo tiempo por dos enormes pollas, más grandes que ninguna que hubiera sentido nunca… en especial en su ano, que Lily acababa de estrenar y ceder tanto que estaba sangrando.

Pero si Mónica sintió dolor… no lo mostró porque en ese mismo momento… se apagó. Sus ojos se pusieron en blanco, su expresión se relajo y se quedó flácida, caída sobre las manos de Lily, que la sujetó por las caderas para tener un mejor agarre y empezó a embestir sus agujeros con ambas pollas, en un envite enloquecido.

Pero Mónica apenas reaccionaba, era como una muñeca de carne que apenas emitía algún gemido o movía las caderas de forma involuntaria de tanto en tanto. Ni siquiera tenía expresión de placer. Howard, acariciando levemente el cabello de Ginger, que seguía afanada en su tarea de chupársela, se preguntaba si sentiría placer de verdad… dolor o ambos. Él mismo era incapaz de recordar lo que Lily le hacia cuando tomaba el control.

Mónica finalmente gritó en el momento en el que ambas pollas se contrajeron en un espasmo y se corrieron dentro de ella, lanzando directamente a su útero y su intestino un líquido negro y espeso. Lily la dejo tirada en el suelo y se perdió entre las sombras, con el trabajo hecho.

_ Detente. _ Ordenó Howard.

Ginger se sacó la polla de la boca y mostró una dulce sonrisa cuando lo hizo, aún conectando sus labios al miembro por un hilo de babas que se rompió cuando, polla en mano, Howard se dirigió hacia Mónica.

La muchacha respiraba acompasadamente, aún con los ojos en blanco y la boca abierta, babeando profusamente. Su coño y su culo estaban expulsando el exceso de aquel líquido negro que, sin embargo, ya había hecho su función.

Howard la puso boca arriba, le abrió la boca y, sin mas dilación, comenzó a follarle la cara, emitiendo leves gemidos de placer. No era como que se la comieran, pero siempre la había dado morbo ver a aquellas figuras inertes y prácticamente sin ninguna vida tragar su polla hasta el fondo sin mostrar la más mínima reacción.

Ginger se aferró la polla, untada en su propio semen, y empezó a tocarse con todas sus fuerzas, ver a su hermana tragando la polla de su amo, de su dios, la puso a mil por hora. Howard, que ya había estado recibiendo las atenciones de Ginger mientras miraba el espectáculo que había dado Lily… no tardó demasiado en correrse directamente en la garganta de Mónica.

Fue entonces cuando algo de vida pareció volver a la expresión de la mujer que, al verse libre, sin embargo, lo primero que sintió fue, además del dolor anal, una extraña picazón en la baja espalda, y fue entonces cuando lo vio. Justo sobre el culo, al final de su espalda, estaba apareciendo un tatuaje… un número, el “999”. Al verlo, sus pezones volvieron a endurecerse y miró a Howard de forma muy distinta a como lo había hecho antes.

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