parte 10

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Le asqueaba. A Howard le asqueaba aquel sonido de chapoteo porque sabía exactamente lo que era. En realidad, era un sonido muy suave, casi inaudible… a menos que te fijaras… pero Howard, escondido en el armario, se fijaba… vaya que se fijaba.

El chapoteo se producía cuando el culo de Christine se movía y su coño era penetrado por la polla de Brad. Howard ni siquiera tenía claro cuál era la emoción que predominaba… si los celos, la tristeza, o la más absoluta rabia. Allí estaban, sentados en el sofá. Ella hacía todo el trabajo, por supuesto.

Brad era un amante de mierda, sólo se quedaba allí sentado con su polla grande, obligando a Christine a follarle… el desgraciado estaba mirando la tele mientras aquella mujer se sometía completamente y le entregaba una vez más su cuerpo.

Howard apretó los puños. Si no supiera lo que iba a ocurrir a continuación, habría entrado al trapo y le hubiera dado un puñetazo en los dientes a Brad… seguramente él podía superarle físicamente, pero contaría con el factor sorpresa.

Por suerte, Lily apareció justo cuando estaba a punto de mandar todo el plan al infierno. Se deslizó junto al dueño de la casa y le susurró al oído.

_ Hola, Brad.

Lily había acumulado suficiente poder tras comerle la polla a Howard como para lanzar un pequeño conjuro. Uno que dejó a Brad completamente inmovilizado en un rictus de terror. Aquel… aquel era el momento. Howard salió del armario y aferró a Christine por el estómago, apartándola de Brad.

_ ¡No! ¡Suéltame, trozo de mierda! _ Dijo, debatiéndose y dándole un golpe en las costillas. _ Te mataremos por esto, hijo de puta.

Christine seguía insultándole de una y mil maneras. Para no duró mucho. Lily se acercó, ante la atenta mirada de Brad, que sólo atinaba a mover los globos oculares llenos de puro terror. La cola de Lily se desplegó y, de forma juguetona, se metió directamente en el ano de Christine. El efecto fue instantáneo. Christine se relajó y cayó, casi inerte, entre los brazos de su marido.

_ Bien, ahora márcala como tuya.

Lily tomó a Christine entre sus manos y se sentó junto a Brad, dedicándole una sonrisa cruel, mostrando sus blancos y afilados dientes. Howard lanzó un suspiro, endureció su polla con los dedos y se la metió a Christine directamente.

La mujer apenas reaccionó, presa del hechizo de Lily. Howard sabía que sería así, pero no dejaba de dolerle la sensación de que estaba violándola. Trató de serenarse, acariciando sus pechos con dulzura, inclinándose para besarla lentamente, pero ella no respondía, tenía los ojos en blanco.

Howard no disfrutó especialmente de correrse en ella, pero el efecto fue instantáneo. Sus ojos recuperaron la vida y le miró como si se tratara de una divinidad.

_ ¿Cómo puedo servirte, mi amo? _ Preguntó, con una gran sonrisa.

Él le dio la mano y ella se puso en pie con facilidad, chorreando semen por su coño y el espeso líquido negro por el culo. Howard en ese momento no lo vio, pero al final de su espalda, justo sobre sus bonitas nalgas, ya había parecido el tatuaje que llevaría el resto de su vida, “001”.

_ Eres mi esposa. _ Le recordó Howard, poniendo ambas manos sobre sus mejillas.

_ Lo sé, mi amo. _ Respondió, con una gran sonrisa.

_ Jamás volverás a traicionarme. ¿De acuerdo?

_ Jamás. _ Respondió ella, sumisamente.

_ ¿Sabes quién es ese hombre de ahí? _ Señaló al aterrorizado e inconsciente Brad.

_ Es Brad. _ Respondió, sin darle importancia.

_ ¿Y qué significa para ti?

_ Nada en absoluto. _ Dijo, con firmeza.

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