parte 7

407 2 0
                                    

Era aún de noche. Las cuatro de la mañana. La gran mansión de Howard estaba casi en completo silencio. Este sólo era roto por un chupeteo que se producía en la cocina. Mónica y Ginger se encontraban allí. La mayor estaba desnuda, apoyada en la encimera, mientras la agente se encontraba de rodillas ante ella, vestida con un uniforme de criada francesa, chupándole la polla amorosamente.

_ ¿Así está bien? _ Preguntaba, mientras le daba tiernos lametones en los huevos.

_ Algo mejor que antes… pero tienes que apretar más los labios cuando aferres el tronco. _ Murmuró.

_ ¿Algo así? _ Preguntó Mónica, para acto seguido aferrarse a la polla de Ginger y metérsela hasta la mitad, apretándola firmemente con los labios.

_ Un poco más suave… Ah, sí… así perfecto. Pero tienes que recordar que el amo la tiene algo más pequeña que yo. _ Susurró Ginger, acariciándole el cabello rizado a su hermana, que asintió con la mirada, demasiado ocupada para hablar. _ Bien… me voy a correr, recuerda lo que hemos hablado.

Mónica empezó a cabecear. Le era imposible meterse la polla de Ginger entera en la boca. Sabía que la de su amo sí, y para el estaba practicando. Pero aún así le decepcionaba no ser capaz.

_ Mónica, me corro. _ Gruñó Ginger.

Mónica sabía exactamente lo que tenía que hacer. En cuando sintió aquella cálida leche, echó la cabeza hacia atrás para asegurar que sólo la punta estuviera en su boca… y sintió cómo Ginger dejaba su abundante lechada directamente en su boca. Tuvo que hacer un gran esfuerzo para no tragar. Ginger cogió un vaso que tenía en la encimera a su lado y se lo colocó frente a la boca. Ella escupió todo el semen que guardaba entre sus carrillos, por la carga que tenía el vaso antes de que lo hiciera, estaba claro que no era la segunda carga, si quiera, llevaban un buen rato haciendo aquello.

_ Bien, ya hemos llenado el vaso para Rose. _ Mónica sonaba emocionada. _ ¿Me la metes en el coño ahora?

_ Hermanita, estoy agotada. _ Bufó Ginger. _ Si nos damos prisa a lo mejor podemos dormir un par de horas antes de tener que salir al trabajo.

_ Pero no es justo. _ Mónica hizo un mohín que, en una agente de policía tan robusta, no podía evitar resultar adorable. _ Llevo toda la noche aquí chupándote la polla y ni siquiera me la has metido una vez.

_ ¿Perdona? _ Alzó una ceja. _ Te he dado una masterclass sobre cómo chupar pollas que ninguna otra de las esclavas del amo podría. Eso vale más que un puñado de mamadas.

_ Pero tú querías llenar ese vaso para Rose. _ Ginger sonrió, porque aquello le recordaba mucho a la infancia de Mónica, siempre había sido así.

_ Y estoy segura de que a Margaret le habría encantado chupármela en tu lugar.

_ ¿Esa cerda gorda y estúpida? _ Bufó Mónica. _ ¿Te gustaría más que te la chupara esa cerda que tu hermana?

_ Esa cerda gorda y estúpida. _ Puntualizó Ginger. _ Hace unas mamadas de campeonato. Aunque admito que habría sido problemático intentar evitar que se tragase el semen.

_ Para ti la perra gorda, como siempre, Ginger. _ Puso los ojos en blanco.

_ Descansa, Mónica… aún tienes que ir al trabajo, ¿Recuerdas?

_ Ah sí, el estúpido trabajo. _ Bufó, enfadada. _ ¿No puedo dejarlo ya?

Mónica siempre había amado su trabajo. Tenía un expediente impoluto, era la mejor agente de su comisaría y tenía la mayor tasa de arrestos. Solía hacer horas extra y todo el mundo la respetaba por ser una gran policía.

el mecánico Donde viven las historias. Descúbrelo ahora