parte 13

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Brad gritaba. La polla le dolía a horrores. Christine seguía chupando y él no lograba correrse por muy cerca que estaba. Le dolía tanto que pensaba que le iba a reventar. Se desplomó en el suelo, porque no pudo mantenerse en pie, y fue entonces cuando Christine se detuvo, pero no para liberarle de su sufrimiento, si no para hacer algo muchísimo peor.

Christine se deslizó sobre él, tomó aquella endurecida y palpitante polla y se la metió en el coño, comenzando un vaivén intenso mientras Brad sentía que el dolor lo llevaba al borde del desmayo. Pero de la misma forma que el orgasmo le era negado, también se lo era desmayarse.

Y el cuerpo ya no le respondía. No tenía fuerzas para mover las manos y apartarla mientras ella, entre gemidos… se daba placer con su miembro como si fuera un simple consolador. Christine se corrió, manchando su pelvis con sus flujos… pero no se detuvo. Continuó botando animadamente, buscando un segundo orgasmo.

_ Para… por favor… _ Rogó Brad.

_ ¿Por qué? _ Preguntó ella, con una gran sonrisa. _ ¿No era esto lo que querías? Ver cómo pasaba el resto de mi vida siendo tu putita… pensando únicamente en complacerte y en darte placer.

Brad iba a contestar, pero Christine le dio una bofetada que le hizo lanzar un quejido. Se deslizó sobre él y le miró a los ojos con desprecio.

_ Querías que yo fuera tu putita… una zorra que tener esperando en casa para follártela, una persona que no tuviera nada más que hacer en su vida. Quisiste destrozar mi matrimonio, hacerme olvidar a quién amaba… Y, ¿Sabes qué? Que ahora, la putita eres tú.

Fue entonces cuando se rompió la ilusión y Brad pudo ver a Christine con su verdadero aspecto, aunque eso fue lo de menos. Lo que le hizo lanzar un grito fue notar las enormes tetas que se estaban bamboleando en su pecho, y el extrañamente cómodo par de nalgas que tenía.

_ ¿Qué me has hecho, bastarda hija de puta? _ Gritó, más aterrado que asustado.

_ Ponerte en tu sitio. _ Sonrió con Malicia. _ Howy… haz que se calle la zorra.

_ Sí, cielo.

Brad no había podido ver a Howard antes de que saliese de entre las tinieblas. Howard, efectivamente, no le dejó hablar. Moviendo su cuerpo desnudo se aproximó, le abrió la boca y, sin más ceremonia, se la metió en la boca, aprovechando que estaba boca abajo.

Brad había intentado cerrar la boca, pero sus labios se abrieron diligentemente, intentó darle un bocado, pero sus músculos se negaron. En su lugar, aferraron aquella polla amorosamente y empezaron a mamarla con un amor y una experiencia que aterrorizaron a Brad, que trató en vano de mostrar su descontento.

Lo único que podía ver eran los huevos de Howard impactando contra su cara… y no podía parpadear, mucho menos cerrarlo. Estaba mareado por las reacciones de su cuerpo. El extraño placer que le daba mamar aquella polla, combinado por el dolor de no poder correrse… y entonces llegó la carga de semen.

El cerebro de Brad se iluminó por unos segundos. Ginger estaba acostumbrada a que su cerebro le enviase una descarga de placer al probar el semen… pero para Brad casi provoca que se desmaye de nuevo.

_ Por favor… _ Rogó cuando se la sacó de la boca. _ Déjame correrme…

Ya ni le importaba el sentido de todo aquello. Sólo quería correrse. La polla le dolía cada vez más, y el dolor se estaba extendiendo a los huevos, que le daban la sensación de estar terriblemente hinchados.

_ Te dejaré que te corras sí… pero por el culo… _ Christine dejó escapar una risa. _ Vamos, Howy, métesela.

_ Claro, cielo… con gusto.

el mecánico Donde viven las historias. Descúbrelo ahora