parte 12

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¿Y bien? ¿Qué tal me queda?

_ Creo que nunca había visto a nadie a quién le quedara así de bien un mono de trabajo.

_ Las tetas que me diste ayudan bastante. _ Christine sonrió mientras se las sujetaba.

Estaban en el dormitorio. Christine había estado haciendo ajustes a los monos de trabajo. Howard ya se había acostumbrado a quitárselos para follar. De hecho, se quitaba el suyo con asombrosa facilidad. Pero su mujer tenía razón, decididamente estaba mejor poder hacer de todo con el mono puesto… y tenía cierto morbo.

_ Oh… bueno, pensé que te quedarían bien… sobre todo…

_ Sobre todo cuando tengo mi polla entre ellas, lo sé. _ Howard se puso como un tomate. _ Howard, que me acuerdo de todo. No te hagas la mosquita muerta ahora… sé lo degenerado que estás… y es así como te quiero.

_ Eso es muy dulce…

_ ¿Dulce o picante? _ Se acercó y le puso la mano en el paquete, mirándole con su mirada más salvaje.

_ ¿No puede ser las dos?

Christine estaba a punto de contestar algo que seguramente acabase probando las nuevas cremalleras de los monos, cuando la puerta de la habitación se abrió. Margaret entró con su voluminoso cuerpo, colocando sus manos sobre el suelo como de costumbre. Sin mirar demasiado a sus padres se acerco a su cuenco y metió la cara en el cuenco de carne picada.

Mientras comía, Christine no pudo dejar de mirarla y lanzó una tos para aclarar su garganta.

_ Deberíamos ocuparnos de ella ya, Howard. _ Le recordó.

_ Sí, amor… _ La miró. _ Margaret… Margaret… ¡Margaret!

Ella no contestó, mientras vaciaba el cuenco como si el mundo no fuera con ella. Howard emitió un largo suspiro.

_ Cerdita.

Margaret se detuvo de inmediato y con un “oink” de felicidad, se acercó a su dueño. La cerda había estado ya dos meses sin ducharse y el olor era… extrañamente excitante producto de la cantidad de jugos sexuales que acumulaba. Instintivamente aferró su cabeza a la polla de Howard, encontrándola dura… él siempre la tenía dura.

_ Debug 250.

Los ojos de la cerda se apagaron y se pusieron en blanco, los labios babeantes y la expresión vacía. Instintivamente trató de ponerse en pie, pero sus piernas fallaron y cayó sobre la cama cuan larga era, sintiendo todo el peso de sus lorzas y sus grandes tetas contra el torso.

_ Puta lista para ser programada, amo. _ Dijo, con una sonrisa artificial.

_ ¿Todo este rollo de hacerlas parecer androides se te ocurrió a ti o a Lily? _ Preguntó Christine, genuinamente interesada.

_ Fue cosa mía. _ Dijo Howard. _ Margaret, quiero ofrecerte algo.

_ ¿Ofrecerme algo, amo?

_ Sí, verás, creo que has hecho un gran trabajo como cerdita hasta ahora.

_ Gracias, amo. _ Howard le acarició superficialmente las tetas y ella se estremeció de placer.

_ Y por eso quiero recompensarte… quiero darte la posibilidad de ser otro tipo de puta… _ Le dijo, dulcemente, sin dejar de acariciarla.

_ Me gusta ser una cerdita, amo. _ Dijo, emitiendo un ronroneo cuando él empezó a acariciarle el velludo coño.

_ ¿Acaso quieres seguir igual? _ Preguntó Christine.

_ No… igual no… _ Emitió un gemido. _ Quiero hablar… quiero salir… quiero ir a chupar pollas… buscar a gente que quiera follarse a una cerda como yo…

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