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— ¡Éstas galletas estan muy ricas, Ruiqi! —exclamó feliz el menor, comiendo de la bandeja de galletas que la madre de Ricky había dejado para ellos—. Tu mamá es muy buena cocinando.
Ricky sonrió antes de negar. Aunque el sólo imaginarse a su madre cocinando le causó gracia, la cocina era el último lugar en donde encontrarías a Shen Fei.
— Mamá no las hizo, Matt —le dijo Ricky a su pequeño amigo, quien tenía la boca llena de galletas—. Fue mi nana, ella es la mejor cocinera del mundo.
El castañito de mejillas regordetas asintió sin dejar de comer, se veía adorable ante los ojos de los mayores.
— Creo que a tu madre no le agradamos —soltó Jiwoong, quien miraba cauteloso la puerta de la habitación de Ricky, deseando que su madre no entrara por ella.
— ¿Por qué lo dices, Woong? —indagó el castaño mirando a Jiwoong, éste tenía el ceño fruncido y su mandíbula apretada.
— ¿No lo ves, Matt? —le preguntó al menor—. Cada vez que venimos nos ve con esa mirada de superioridad y no nos dirige la palabra, es como si fuéramos fantasmas en su casa.
Jiwoong tenía doce años, era muy maduro para su edad y se daba cuenta de la forma en la que Fei los trataba a él y a Matthew. Ellos sabían que la familia Shen era una de las más respetadas y con mucho poder del país, pero eso no les daba el derecho a tratarlos como si fueran inferiores a ellos.
— Pues recuerdo que una vez se enojó porque toqué uno de sus costosos vestidos, pero fue un accidente y como tenía mis manitas sucias ella gritó mucho —contó el menor chupando sus deditos quitando el rastro de crema de éstos.
Quanrui frunció su ceño al recordar aquello, su madre gritaba como loca, furiosa por su vestido nuevo de diseñador, recordaba como Matthew lloró disculpándose por lo que había hecho, pero su madre no lo escuchaba. Se sintió muy mal por no haberlo defendido.
Ricky y Matthew tenían once años, pero aún así Matthew seguía comportándose como un pequeño de seis, y Ricky, aunque era igual de enérgico e infantil que el pequeño castaño, había momentos en los que tenía que comportarse y adoptar una personalidad más seria y reservada.
— Tu madre es una controladora, Rick —dijo Jiwoong importándole poco lo que pensara Ricky, no iba a ocultar el resentimiento que tenía por esa señora.
El rubio suspiró.— Lo sé, pero es mi mamá —se defendió Ricky.
Aunque supiera lo controladora y engreída que era su madre, no había nada que pudiera hacer para cambiarla o para que sus amigos la aceptaran. Fei siempre sería así, y mientras no se entrometiera en su amistad, todo estaría bien.
