El dolor de una cana

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Mi madre murió hace un año. Y no como las muchas veces que yo mismo la mate, las mismas que me jure no tenerla. Esta vez estaba literalmente muerta. No llore en esos doce meses. No lo hice cuando recibí la noticia, tampoco en el funeral.

Esa mujer fue cruel y monstruosa. Yo mismo le quite el título de madre por no ser acreedora de él. Pero eso es cuento viejo.

En todo caso, hoy, mientras limpiaba por enésima vez la zanja de la ventana encontré de casualidad una cana. Era gris platinada de un largo considerable. Y llore. Esa cana era de la madre que un día dejo de ser. De la madre que yo siempre quise tener. La madre que nunca tuve pero que si supe perder.

Los Pesares De Un MiserableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora