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Han sido días difíciles, el inicio de año siempre lo era para él; los primeros días de enero le eran tan tormentosos por alguna razón desconocida.
Desde hace un par de años esa pesadilla sin sentido le golpeaba por estas fechas; un cuello y corbata ensangrentadas y un dolor en el corazón sin cura. Despertaba en pánico del sueño y se echaba a llorar como desquiciado; como si le hubieran robado algo... como si hubiera perdido a alguien.
Sale de la biblioteca pública, soltando un suspiro que logra formar una nube frente a él por el choque de temperatura.
Llamrnlo loco, pero a veces sentía que él no era él.
Recuerdos, voces, lugares, sentimientos incluso que parecían pertenecer a alguien más.
Un mensaje de su mejor amigo le devuelve a la realidad, André; aquel pelirosa amante de los patines y de las películas de terror le mensajeaba para recordarle su noche de películas en el cinema ochentero de siempre. Ríe, porque el lugar es horrendo pero habían acordado tener esas tardes de películas como costumbre.
Da un brinco para saltarse los últimos dos escalones, pero su equilibro le ha traicionado y cae de cara a la nieve que hay en el suelo.
-¡Dioses!— escucha que alguien dice, y lo primero que piensa es en lo vergonzoso que ha sido que alguien le viera. —¿Estás bien?— le intenta ayudar a sentarse en el suelo.
El pelinaranja no logra distinguir bien a la persona frente a él, porque sus lentes han salido volando a quién sabe dónde.
–Si, lo estoy...
—Tu cara dice lo contrario. — suelta, con más confianza de la que debería. —Dios, que feo quedaste.
—Diría que te ves peor, pero sin mis lentes no veo nada. — trata de quejarse.
—¿Lentes?— pregunta. —Oh, ¿esos que están allá?
Quiere responder algo sarcástico, pero ve la gran mancha borrosa alejarse y volver a los segundos apurado.
—Déjame primero...— siente que le limpian la nieve de la cara como si su rostro fuera una vil banca de parque. —Ya.
—¿Uno más bestia no podía ayudarme?...
Su voz desaparece, su pecho arde y su garganta se seca.
Reconoce esos ojos. Lo haría dónde fuera. Son ellos, los azul mar que le hipnotizaron tantos años.
Existían, estaban frente a él de nuevo, tenían un dueño y...
¿Reconoce esos ojos?, ¿de dónde?, ¿por qué parecen tan familiares?
Los ha visto, ¿en sueños?, ¿en fantasías?, tal vez alguna foto.
Pertenecen a... ¿Quién?
Sonrisas, miradas, besos, promesas bajo la luna...
¿Qué promesas?
—¿Te conozco?— pregunta entonces el rubio frente a él, que le mira igual de perdido.
-¿Me conoces?— devuelve.
Lo hacen...
...¿lo hacen?
¿Por qué su cabello se ve más largo?, ¿cuando se perforó los oídos?, ¿por que usaba un abrigo negro y no el mostaza que había comprado en...?
¿Abrigo mostaza?
—No... creo que no. – dice.
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Imagine.
FanfictionImagina que estás enamorado de tu mejor amigo. Que un día logras confesarlo. Y que por más irreal que parezca, y sea, te corresponde. Samuel lo hacía.