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Samuel tiene problemas con su patron del sueño. Le cuesta conciliarlo, se despierta ante el mínimo sonido y le es imposible volver a la cama después de abrir los ojos.
Pero en noches como esas, en las que Colín le pedía que se quedara junto a él, en donde tenía que acostarse dándole la espalda porque se sentía infinitamente avergonzado de estar cerca y que éste solo se apegara a él para abrazarle; porque probablemente ya estaba en el quinto sueño y de regreso, él sentía que descansaba aunque no durmiera.
Le envidiaba un poco porque él conseguía dormir profundamente y aunque le pellizcara levemente o moviera con suavidad no mostraba la mínima intención de despertar. Se atrevía, entonces, a acariciar su cabello, a peinarlo y colocarlo detrás de su oreja y a sonreír por los pucheros que se le escapaban.
Cuando Colín dormía, Samuel se sentía dueño del mundo; porque podía mirarlo sin miedo a que le descubriera.
Dejaba que usara su brazo de almohada, aunque supiera que por la mañana iba a doler. Se desvivia en ilusiones y escenarios, en palabras jamás dichas y en sonrisas.
—Colín... ¿estás durmiendo?
El silencio y la respiración rítmica le respondía.
—Te quiero. — confesaba.
Y aunque no era escuchado por nadie, su corazón se aceleraba y sus mejillas ardían.
Recordó todos los "te amo" y los discursos enteros que le dedicó ... y le reconforto y consoló, hasta cierto punto, el de saber que nunca lo había escuchado.
Porque si por alguna razón Colín lo hubiera hecho, y aún así fingía demencia, le mataría.
Cerraba los ojos después de unos momentos y dormía; como si no hubiera preocupación alguna en su vida, como si el mañana fuera inexistente. Cerraba los ojos con tranquilidad porque sabía que en ese momento, sólo eran Colín y él. Dormía, solo cuando se acostaba en el pecho del más alto y se escondía de todo.
Pasos y pequeños ruidos le despiertan, siente el sol molestarle y se cubre con el antebrazo. Suelta un quejido, pues su brazo entero hormiguea.
Una risa le devuelve a la realidad.
—¿Te desperté?— pregunta, colocándose una camiseta cualquiera.
—No, realmente. — responde, sentándose de mala gana.
—Sam...— llama, entregándole un cambio de ropa completamente nuevo.
—¿Si?— sale de la cama y comienza a caminar hacía el baño.
—Gracias por venir siempre que llamo.— desvía la mirada al suelo, avergonzado.
La sonrisa en su rostro se agranda y se maldice internamente por no haberse colocado los anteojos para ver con claridad el rostro de su imposible.
—Siempre, Colín.
—Lo sé. — se deja caer en el colchón. —No tienes porque y aún así lo haces. No sé qué hice para merecerte.
—Yo tampoco, agradecelo.
Se encierra y se deja caer lentamente, el pecho le duele. No sabe si por la felicidad de sus palabras o por saber perfectamente que no significan lo que quisiera.
—Vino mi padre. — le escucha hablar después de unos minutos. Esta listo, pero detiene su mano justo cuando está sobre el picaporte. —Creo que eso ya lo mencioné ayer, lo siento.—aclara su garganta.— Dijo que quiere presentarme a alguien...
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Imagine.
Fiksi PenggemarImagina que estás enamorado de tu mejor amigo. Que un día logras confesarlo. Y que por más irreal que parezca, y sea, te corresponde. Samuel lo hacía.