⁰⁶ Su primer intento.

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⚠️En este capítulo se toca el tema del suicidio. Si eres sensible a este tema, lee bajo tu propio criterio. No estás solo ♡.





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El primer intento de suicidio de Colín había sido a los 14 años.

Mientras su única preocupación era el proyecto, las de Colín le habían hecho creer que el morir era la única forma de dejar de sentir.

Recordó la llamada que había recibido de la señora Andrea diciendo sin pudor alguno que había encontrado a su único hijo hundido en una bañera de sangre con las muñecas inundadas en muerte.

La desesperación de una madre y el miedo de un vil amante escondido colisionaron en pánico en aquella sala de hospital.

Samuel no logró comprender porqué. La señora Andrea nunca entraba sin avisar, ni siquiera le visitaba seguido en su habitación, ¿por qué está noche lo hizo?, ¿acaso habrá presentido que algo andaba mal o era una cosa más bien del destino?

¿Acaso Dios se apiadó de ella?

¿Quién se apiadara de él entonces?

Cuando entró al cuarto, brillante y lúgubre, y vió a Colín mirando a la nada con los brazos vendados y un suero conectado a lo que hace minutos estaba roto; lo rompió.

No supo que hacer, que decir o que pensar.

"Que bueno que no moriste."

"Lamento que hayas fracasado."

"No lo vuelvas a intentar."

"Habrá otra oportunidad ."

¿Qué decir?

¿Lo que te reconforta a ti o lo que le reconfortaria a él?

¿Por qué se sentía tan incorrecto alegrarse de verlo vivo cuando su mirada estaba así de muerta?

¿Te habían salvado o solo te mantuvieron con vida?

Solo atino a sentarse a su lado y tomar una de sus manos.

Frías cuál cadáver.

Lo vió llorar.

No de miedo o de arrepentimiento.

Colín lloró esa noche de impotencia.

—¿Por qué?— le preguntó al de lentes, que se hacía el fuerte para no llorar con él.  —¿Por qué no me dejaron morir?, ¿para que fue a mi cuarto?, ¿por qué abrió la puerta?, ¿por qué la sangre no salió más aprisa?, ¿por qué el hospital me atendió tan pronto?— le escuchó murmurar. —¿¡Por qué no me dejó morir?!, ¿¡para que me quiere aquí?!— gritó,  desgarrando su voz un poco.

Desgarrandole el corazón, de paso.

—No lo sé. — dijo, apretando más su mano.

Sosteniéndolo porque sentía que podría ser la última vez que lo haría, gritándole con un gesto que no lo hiciera; que no le dejara.

—Papá se fue. — soltó. —Dijo que allá era feliz, que tenía una esposa amorosa y un hijo perfecto. Papá también prefirió a alguien más, papá también me dejó — ríe sin gracia, como desquiciado. — Mamá dijo que su vida no tenía sentido sin él, dijo que prefería morir a quedarse sola...

Los ojos de Samuel se encuentran con los opacos de Colín. No ve reflejo alguno en ellos, no ve nada.

—También estoy solo, ¿por qué no me dejó morir si ella también sabe lo que se siente?

Las lagrimas del pelinaranja comienzan a caer. Grandes, rápidas y silenciosas. Dolidas y vivas; a causa del muerto que tiene enfrente.

—Entonces tómame. — le dice, entre hipidos y sollozos. —Tómame Colín, seré tuyo. Así no estaras solo nunca; me tendrás contigo siempre.

Colín no entiende, había dejado de sentir hace algún tiempo. Ni siquiera las cuchillas sobre su piel habían logrado arder tanto como lo hacía la imagen de Samuel desconsolado.

Su llanto paró, porque el de Samuel pareció tener más sentido que el suyo.

Su dolor desapareció, porque el de Samuel parecía doler más.

Su corazón latió, después de mucho, porque Samuel había dicho ser suyo.

Y si Samuel le pertenecía, entonces él también se entregaría a él sin dudarlo.

Entonces, el que vive y el sobreviviente se necesitarían. Y eso bastaba por el momento.

[...]

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