Asesinar a un Desmond

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La operación Strix falla.
La última vez que Damian y Anya se vieron fue después de que él le dijera algo particularmente hiriente, luego la guerra estalló en Ostania. Veinte años después se reencuentran. ¿El problema? Anya fue enviada a asesinarlo.

El rostro melancólico de Damia desentona bastante con la atmósfera del lugar porque, como en toda fiesta, la alegría y las risas eran abundantes. Ni el champagne ni el vino más caro que sirven los atentos sirvientes logran mejorar su ánimo. Está sentado solo en la mesa reservada para su familia, viendo como se desarrolla a su alrededor el show de la alta sociedad. Incluso en plena crisis no pueden evitar hacer este derroche, únicamente para reforzar sus alianzas y mantenerse en lo más alto.

Damian se siente un hipócrita por estar ahí, en lugar de ayudar a entregar provisiones o hacer donaciones para las familias que cayeron en desgracia por culpa de la guerra. Pero no es su hipocresía la causa de su de su tristeza, definitivamente no. La causa está cuidadosamente doblada en el bolsillo de su traje, justo sobre el corazón. La letra A bordada del pañuelo se deja entrever si prestas suficiente atención. Él la traza con el dedo, evocando el recuerdo de su dueña que guarda en un rincón especial de su mente.

Anya le había dado ese pañuelo hace dieciocho años, todo para salvarlo de esa profesora amargada que daba tronitus a los alumnos solo por respirar. Fue solo unos meses antes de que la tragedia de la guerra cayera sobre Ostania y Westalis, unos meses antes de no volver a verla nunca más.

Es impresionante como la niña de seis años había logrado meterse en lo más profundo de su corazón, tanto así que incluso después de tanto tiempo la recordaba. Ella le hizo sentir algo especial que nunca pudo volver a sentir por otra persona. Solo Anya y su recuerdo eran las responsables de que el más joven de los Desmond no hubiera crecido como la mala hierba. Solo Anya y su recuerdo eran las responsables de que Damian se sintiera hecho mierda en este momento al recordar lo que le hizo ese último día.

—¿Acaso no piensas levantarte de la mesa? —le preguntó una voz detrás de él.

Damian se dio la vuelta, arrepintiéndose enseguida cuando todas las lentejuelas del vestido de Becky Blackbell lo amenazaron con dejarlo ciego, ese vestido podría ser considerado una bola disco pensándolo bien. Una vez que sus ojos se adaptaron a la luminosa presencia de la joven pudo notar la mirada de decepción, y quizás preocupación, pero era imposible que Becky pudiera sentir algo más que no fuera odio hacia él.

—¿Te importa? —dijo bruscamente, porque lo último que quería era mantener una conversación con Blackbell en ese momento.

Cualquier sentimiento medianamente amable que Becky hubiera sentido instantes antes se desvaneció cuando le respondió y a la vez dejó ver el pañuelo que llevaba. La mirada de desprecio que siempre ponía cuando se trataba de él volvió enseguida.

—No deberías tener ese pañuelo.

—Desde cuando eres tú la que decide qué ropa visto.

Becky apretó los puños con fuerza.

—No te merecías que ella fuera tan buena contigo.

Esas palabras fueron un golpe bajo para Damian, principalmente porque eran ciertas.

Antes de armar una escena y comenzar a discutir, respiro profundamente mientras se sentaba de forma correcta en la silla, volviendo darle la espalda a Becky.

—Ve con tu prometido Blackbell y deja de molestarme.

Luego de esto, no tardó en escuchar los tacones de la chica alejándose de él.

Demetrius fue a la mesa después de eso, seguramente preocupado porque su hermanito arruinara la escasa relación de amabilidad que tenía con la heredera de Industrias Blackbell. No vaya a ser que la niña de papá se enojara y provocará una ruptura en la alianza entre el Partido de Unidad Nacional y el mayor proveedor de armas del país.

Damian & Anya (Recopilación De One-shots)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora