6. III. Al pan, pan

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6. III. Al pan, pan

brutal - Olivia Rodrigo

Detallé el lugar a mi alrededor. Era un cuarto pequeño, apenas lo suficientemente espacioso para que entrasen dos personas sin tocarse al moverse. Las paredes estaban cubiertas de libros dispuestos en estanterías ubicadas una encima de la otra.

—Nunca había estado aquí.

—Es un lugar restringido al cuerpo estudiantil. —dijo mientras tomaba un libro de una de las repisas más altas y se acomodaba en el suelo.

—¿Lees? —pregunté con un tono que sonó mucho más asombrado de lo que pretendía evidenciar.

—No, estoy haciendo un striptease en un club nocturno. —Traté de descartar la imagen mental tan rápido como llegó, pero mierda que era una imagen interesante—. Claro que leo, ¿qué piensas qué hago con un libro?

—No sé, no sabía que leías.

—Ni yo que tuvieras una nula capacidad de interpretación. Pero mira, hay muchas cosas que no sabemos del otro.

Dejé de prestarle atención y comencé a leer los títulos en las repisas. Eran libros que nunca había visto antes en la biblioteca. Incluso pude reconocer algunas lecturas censuradas dentro de instituciones educativas.

—¿Qué son todos estos libros? —Le pregunté sin voltearme. Lo escuché soltar un resoplido.

—Son los libros de investigación. ¿Puedo volver a leer o quieres otra cosa? —Me volteé y lo encontré con el ceño fruncido, con el libro entre sus manos abierto más adelante de la mitad de sus páginas.

—¿Cómo sabes de este lugar?

—A veces me gusta venir aquí. Es muy difícil que te encuentren y tiene libros interesantes. ¿Se te ofrece algo más? —preguntó exasperado.

—No, gracias. —Continué leyendo las filas y filas de libros.

Seguía omnibulada por la sobrecarga que había tenido minutos atrás, por lo que decidí sentarme en el suelo frente a Lawfare, con intención de recuperar mi estabilidad. Cerré los ojos y apoyé mi cabeza contra los libros que había detrás de mí. Podía escuchar su respiración pausada y el pasar de las páginas.

En cuanto me sentí mejor, entreabrí mis ojos y los posé sobre él. Mantenía la cabeza gacha, atento al libro apoyado sobre su pierna flexionada. Su cabello oscuro caía húmedo sobre su frente en forma de ondas. Permanecí en esa posición por un tiempo indefinido, detallando sus características en silencio. Por mucho que me molestara decirlo, él era muy atractivo, y el efecto se incrementaba con esa aura despreocupada.

—¿Qué quieres? —dijo de la nada y sin levantar la vista, dándome un susto.

—Se supone que deberíamos estar arreglando nuestras diferencias. —Me excusé. Él no se inmutó—. Estamos metidos en esto juntos. Necesitamos trabajar juntos si queremos que funcione—. Levantó perezosamente la vista de las páginas y me miró como si me estuviera retando, pero ni una palabra escapó de sus labios. Exhalé, agotada de estar dando vueltas sobre el mismo tema una y otra vez—. O simplemente puedes ignorarme y seguir llevándome la contra en todo. Sí, eso va a funcionar de maravillas. —Resoplé. Él dejó el libro previamente marcado a un lado y se acomodó cruzando los brazos sobre su rodilla y recostando la cabeza sobre los libros detrás de él de la misma manera en que yo me encontraba.

—Muy bien... adelante.

—¿Con qué?

—Discúlpate.

LawfareDonde viven las historias. Descúbrelo ahora