Mi nombre es Kynra y soy una kitsune de doscientos años de vida. El mundo en el que vivía, Mugqi era cruel y despiadado con seres como nosotros; hadas, brujas, hombres lobos, minotauros, vampiros y muchos más. Los humanos querían extinguir a los seres sobrenaturales que seguían existiendo en este mundo y esa es la razón por la que todos nos escondíamos de ellos, los humanos se convertían en chamanes para hacer ritos y proteger sus aldeas.
No siempre les salía eficiente pues muchas brujas y hombres lobos conseguían hacerse paso en aldeas y ciudades. Por suerte para ellos conseguían pasar desapercibidos pero otros causaban estragos y terminaban como mucho quemados en la hoguera o con el corazón atravesado por una espada, siendo uno de los mejores casos.
Para mi vivir en la quietud del Gran bosque me reconfortaba y a la vez me trasmitía la paz. Los humanos no querrían atravesar los frondosos matorrales o la inquietante oscuridad que se visualizaba desde las aldeas, podía vivir tranquila. Era cierto que en mis tiempos de juventud me picaba la curiosidad, el saber porque temíamos tanto a los humanos y conseguí vivir durante un tiempo entre ellos, era cierto lo que se decía de los humanos pero también conocí a humanos benevolentes sin maldad alguna y era difícil dar con alguno así.
A medida que iba pasando los años me costaba ocultar dos de mis colas por lo que fue cuando me adentré al Gran bosque. Todavía seguía visitando aldeas humanas pero solía ser muy de vez en cuando.
Un día cuando estaba paseando por las fronteras del Gran bosque y aldeas humanas visualicé a unos niños, de no más de once años, alentando a otro de ellos a entrar. Un niño rubio, más bajito que ellos y de ojos verdes, tenía una cicatriz bastante pronunciada en el pómulo, por debajo de su ojo derecho.
—Vamos, Aarnus no seas cobarde.-Alentó uno de ellos susurrando en el oído del niño rubio.
—¿Y tú quieres convertirte en chaman y proteger nuestra aldea?.-Agregó otro.
El pequeño tenía los ojos cristalizados pero con una expresión firme. Otro de los niños lo empujo haciendo que cayese al suelo, todo mi ser se puso enfermo al ver tal acto cruel por niños tan pequeños. No fui consciente de mis actos hasta que vi la cara pálida de los niños, había salido del bosque mostrando mis colas y con las manos incendiadas por el fuego que salía de ellas.
Los niños gritaron y huyeron despavoridos. Yo en cambio me tranquilicé y me gire hacia el niño que seguía tirado en el suelo pero mirándome con terror.
—No te hare daño.-Conteste mientras lo ayudaba a levantarse.
—Gracias.-El niño tomo mi mano y se levantó.
Desde ese entonces pasaron años, Aarnus me visitaba en la frontera, me contaba cómo le iba en las clases para convertirse en chaman, poco a poco se volvió más fuerte y los niños que antes abusaban de él dejaron de hacerlo. Aarnus era cada día más y más fuerte, yo lo sentía pero eso no me impedía visitarlo, ni él a mí.
El día de su vigésimo primer cumpleaños me visito con sus la vestimenta de chaman. Ahora era todo un hombre y por primera vez en casi diez años mi corazón latió al verlo como era. Era el hombre más bello que había conocido en sus doscientos diez años y el primero que le hacía sentir así. Aarnus me prometió que nos encontraríamos en dos días.
Y así fue, como dos días después nos encontramos.
—Kynra, tengo algo importante que decirte
Una flecha se clavó en mí hombro impidiéndome moverme, era una flecha sagrada. Miré a Aarnus horrorizada y con una sensación de traición.
—¿Me has traicionado? Después de todos estos años.
Él comenzó a negar con la cabeza, dos chamanes salieron. Aarnus agarró la flecha y la sacó, su mano se agarró fuertemente a la mía.
—No me sueltes la mano.
Tras decir aquello, corrimos a las profundidades del Gran bosque. Por culpa de la flecha sagrada mis movimientos estaban reducidos. Los chamanes no se adentraron más de lo que lo hicimos nosotros, aun así nos escondimos en el hueco de un enorme árbol.
Me recosté para recuperar fuerzas, no era algo que me limitaría mucho pues la flecha no estuvo mucho tiempo clavada.
Las horas pasaban, era diferente a como yo lo sentía pero pasaban y la noche se adentraba cada vez más y sabía que lo peligroso que podría ser para él quedarse aquí. Aun así cree una ilusión para que ningún ser sobrenatural se percatara de la presencia de este árbol. Mis ojos se posaron en Aarnus, que no hablo durante el tiempo en el que estábamos ahí pero su nerviosismo se notaba en el ambiente. Tomé aire y me armé de valor para preguntar.
—¿Me has traicionado?.-Mi voz sonó más temblorosa de lo que creía y mi corazón me dolía en el caso de su supuesta traición.
Aarnus se acercó a mí con una mano en el pecho.
—Jámas.-Su voz fue firme.-en todos estos años ni por un momento se me pasó por la cabeza, me salvaste, me animaste a seguir mi camino cuando nadie daba ni una moneda por mí. No sé cómo se han enterado de tú presencia aquí, nunca le conté a nadie nada. Nadie te hará daño mientras yo viva en este mundo y sé que eres más fuerte que yo pero aun así te protegeré. Kynra, tú eres alguien muy especial para mí, eres mi ancla.
El latido de mi corazón casi se para al escuchar esas últimas palabras. La palma se posó en mi mejilla, estaba fría, era invierno pero todavía no había caído los primeros copos de nieve.
—Te quiero.
Sus labios se posaron suavemente en los míos, permitiéndome sentir algo que nunca había experimentado y que no sabría decir con exactitud qué era lo que sentía en mi pecho, no el fuego que nacía de mi interior, era algo cálido .
ESTÁS LEYENDO
Un mismo destino.
FantastikKynra es una kitsune. Aarnus desea convertirse en chaman. Ambos conviven en mismo lugar pero de mundos diferentes donde la raza de uno de ellos desea eliminar a la del otro.