¿La Creación Del Monstruo?

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Saint había colocado nuevas velas en los candelabros; se hallaban encendidas y las seis pequeñas llamas bailaban animadamente en sus mechas. – La chimenea también estaba encendida, y arrodillado sobre la alfombra, enfrente del fuego, se hallaba mi pequeño tormento.

Había extendido sus húmedas ropas muy cerca del fuego para que se secaran, y en ese momento las acomodaba propiamente para que ninguna parte quedara doblada.

-Hola Zee – me saludó. – Yo sentí que me había tragado algo inmenso y se había atascado en mi garganta, provocándome mucho dolor.– Espero no te moleste que seque mi ropa.– dijo.

–No, claro que no –respondí con tranquilidad mientras tomaba mi celular de mi bolsillo–. Ahm… tengo que hacer una llamada.– Ahora vuelvo.

-Tómate tu tiempo. – respondio.

Salí con tranquilidad de mi apartamento y una vez en el pasillo entré en pánico de nuevo.

¿Cómo lo hacía? ¿Cómo lo lograba? ¡No tenía sentido que pudiera estar rodeado todos los días de cadáveres putrefactos y que el simple hecho de que Saint me mirara, hablara o sonriera me alterara de esa forma!

Marqué el número que me sabía de memoria con cierta ansiedad.

Escuche el tono de llamada mientras yo subía las escaleras.

Hola ¿Zee? – no había duda de que había visto mi nombre en el identificador.

-Mark, no tienes idea del gusto que me da escuchar tu voz razonable.

¿Pues qué voz has estado escuchando? Pregunto.

-La mía por supuesto. – Le respondí.

Él carcajeo. – Yo suspiré con alivio.– Me reconfortaba saber que al menos alguien se lo tomara a juego. – Llegué a la terraza.

Mark era un viejo amigo, realmente era la única persona a la que me atrevería a llamarlo amigo sin titubear. Y eso me llevó tiempo, lo conocía desde los quince años, y aunque vivía a las afueras de Bangkok, cosa que hacía muy pocas las veces en que podía verlo ahora por nuestros respectivos trabajos, siempre me regalaba una o dos horas por teléfono para quejarme y desquitarme.– Era la única persona que entendía a la perfección como me sentía respecto a las cosas, aunque él no las viera así.

Mark era optimista, alegre, digamos que un opuesto a mí. – Quizás sea por eso que me gusta tanto nuestra amistad, dos polos opuestos que, sin lugar a dudas, se atraen y no se sueltan.

Aún lo recordaba muy bien, a pesar de que hacía un año que no nos veíamos en persona.– Un metro setenta y nueve, cabello castaño oscuro, de ojos marrones, un chico con bastante carisma, él es como un imán que atrae a chicas y chicos.

¿Qué ocurre Pruky? Te escucho algo preocupado.

No pude evitar reparar en ese cariñoso diminutivo que él y mi familia usaban con fastidiosa frecuencia.– Hacía mucho que nadie me llamaba “Pruky”. – Fingía que me molestaba, pero en realidad era cómodo y me gustaba.

Me senté en la orilla de la terraza, sin ningún miedo a la tremenda altura a la que me enfrentaba al mirar abajo, observando los autos que recorrían la ciudad y las luces a todo lo largo de ésta.

Caer o no ¿qué más da? ¿qué interesa? La vida cambia en cualquier momento, seamos o no personas osadas, la muerte nos llega en cualquier segundo.

Siendo sinceros, podría llegarme en ése momento y me haría un favor. – Al menos no estaría debatiéndome con estos confusos pensamientos tan repulsivamente humanos…

SEDUCCIÓN HOMICIDA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora