¿Que Es Esto Que Siento? ♡

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Finalmente llegamos al edificio donde vivía.

No era algo espectacular, pero he de admitir que tenía sus pequeños lujos.

El edifico tenía una fachada decente, constaba de quince pisos. Mi apartamento se ubicaba en el número trece.

¿Coincidencia?

Yo lo llamo “Destino”

Destino a ser diferente, destino a gustar de las cosas que otros consideran anormales o tétricas, destino a apreciar más a los muertos que a los vivos, destino a usar negro como si fuera un uniforme, destino hacer cosas sin que me importe la opinión ajena, mi destino era no ser como los demás. Al menos, no como la mayoría.

Cruzamos el vestíbulo y tomamos el ascensor. Saint llevaba la bolsa con su ropa entre sus brazos, la suave música llenó el lugar después de que pulsara el botón para el piso número trece.-.Cerré los ojos como siempre y esperé con paciencia.

En ése momento no cruzamos palabras, cosa que me relajó en sumo grado.-subir en el ascensor siempre había alterado mis nervios, ese pequeño espacio no es muy adecuado para un claustrofóbico como yo. Pero tomando en cuenta a lo que me dedicaba, me negaba a dejarme vencer por algo así, me llenaba de valentía la cual se esfumaba una vez que se cerraban las puertas, y era entonces cuando cerraba los ojos y trataba de relajarme con la música, olvidando todo a mi alrededor, o intentándolo.

Ya tenía estimado el tiempo que tomaba llegar a mi piso, por lo que un piso antes abrí los ojos y miré a Saint.

Me sorprendí al verlo, estaba a mi lado, tenia la bolsa con sus ropas fuertemente abrazada contra el pecho, bajando la cabeza y cerrando los ojos firmemente, clavaba sus dedos con fuerza en sus propios brazos, sin moverse.- creo que respiraba menos que cuando estaba muriendo.

-   ¿Saint? – lo llame y tomé su hombro preocupado.

Él levantó la vista y abrió los ojos despacio, mirándome apenado.

-Lo siento– murmuró.– Supongo que también había olvidado que me da terror subir a estas cosas. – Dijo.

En eso la puerta se abrió, ¡haciendo sonar un alegre “Tin!” y ambos salimos apurados.

-¿Por qué te da miedo? –inquirí mientras caminábamos por el corto pasillo con solo dos puertas muy espaciadas entre sí. – Me paré frente a la que tenía el número “29” con letras negras y gruesas.

-Vas a decir que es tonto. –balbuceó sin mirarme–. Te reirás, pero bueno– digamos que los lugares pequeños no son muy agradables, me tenso, siento que me falta aire, y en el peor de los casos si no salgo pronto alucino que las paredes se empiezan juntar  – dijo y se miró los pies-. Te puedes reír.– agregó

-¿Y por qué lo haría? Pregunte.

Saint me miro impresionado, yo solo le sonreí antes de abrir la puerta para entrar a mi apartamento.

Le hice un ademán para que pasara y luego lo hice yo.

-Parece muy cómodo– dijo.

-Gracias. – Quizás lo era. –Nunca prestaba atención a mi entorno.

El piso era de madera, y las paredes blancas, sin ningún adorno o pintura, los muebles de la sala eran tres sillones negros de cuero y una mesita de madera de roble y superficie de cristal. –A solo un par de metros, estaba la cómoda chimenea con repisa. – La salita tenía debajo una alfombra beige muy suave, que combinaba con las cortinas gruesas de color negro que tapaban los dos ventanales de la sala.

La mesa del comedor era rectangular, negra y con cuatro paneles de cristal en la superficie, con cuatro sillas de las cuales solo ocupaba una, hacían juego con la sala con sus patas y respaldo negro, pero con un cojín blanco.

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