La luz del sol se coló por la ventana hasta alcanzar mi rostro, maldije aún entre sueños por haber olvidado cerrar las cortinas y me di la vuelta para quedar boca abajo en esa suave y cómoda superficie sobre la que me encontraba.
Unos segundos después, me percaté de que esa superficie era peculiarmente diferente a la de mi cama, aún con los ojos cerrados y las cejas juntas a causa del desconcierto, pasé mi mano sintiendo la suave alfombra, y entonces me di cuenta que estaba en mi sala.
Abrí los ojos y me senté con rapidez.
"¿Cómo demonios llegué hasta aquí?"
Las imágenes de la noche anterior estaban difusas en mi cabeza, pero una apareció de golpe, un rostro muy hermoso y unos ojos peculiares.
- ¡Saint! Dije y miré a mi alrededor.
No había nadie, miré al sofá donde había dejado su ropa, pero tampoco estaba.
Desconcertado, me levanté y comencé a buscar con la mirada algún indicio de que de verdad había traído a un tal Saint Suppapong a mi apartamento después de haberlo resucitado milagrosamente.– Pero nada.
-Entonces todo fue un sueño. –murmuré.
Me percaté de mi tono un poco decepcionado. – Fue inevitable, había sido tan hermoso y real; Saint había sido tan hermoso y tan real, llevé las yemas de mis dedos hasta mis labios. – Era como si pudiera recordar el tacto de sus labios sobre los míos, sin duda, había sido el sueño más extraño, emocionante y vívido que hubiera tenido nunca.
Pero sólo había sido eso, un sueño, y ya era tiempo de despertar. – Al mismo tiempo, debía agradecer que lo fuera, ya que eso significaba que mi vida era tan tranquila como siempre y que no estaba teniendo ningún tipo de sentimiento inapropiado como los que siempre he odiado.
Mi reloj marcaba las diez, no era costumbre que me levantará tan tarde y aún no me explicaba el porqué de haber amanecido en la alfombra, cuando tocaron a la puerta.
"Creo que conseguí algo de alcohol después de todo" pensé dirigiéndome hacia la puerta para abrir "Eso explicaría cómo acabé donde amanecí y el magnífico sueño"
Oh, claro, – creo que olvidé mencionarlo. Yo, Zee Pruk, prestigioso médico forense, con un lindo coche, lindo apartamento, y un inquietante gusto por la muerte. – soy alcohólico.
Teniendo una juventud como la que yo tuve, y esa forma de pensar tan diferente, quizás hasta preocupante, uno se desespera fácilmente. – Ya he dicho lo poco que me importaba estar vivo o muerto, y por eso tantas veces estuve a punto de cometer una estupidez. – Pero Mark siempre estaba cerca, por lo que el hecho de que llevara un año sin verlo había hecho más frecuente mi uso del alcohol y pastillas antidepresivas. – Casi en exceso.
Es difícil y doloroso seguir viviendo cuando uno ya no lo desea, pero tengo un hermano y una madre en Chiang Rai, que al igual que Mark, se han preocupado mucho por mí, y a pesar del sufrimiento que me causaba seguir intentando, yo no podía remediar las cosas con una pistola o una cuerda, sería mandar todas las atenciones de los tres mencionados, al demonio.
Además, el suicidio es una cobardía. Morir es fácil, vivir no. – Siempre he odiado tomar "el camino fácil", por lo que aun teniendo la cuerda alrededor de mi cuello, o estando a un paso de caer desde la terraza, mi orgullo me impedía terminar tan fácil. – Yo era un luchador, la vida no iba a vencerme, no a mí.
Así que mis lapsos de depresión post–suicidas eran tan graves, el dolor era tan insoportable, que necesitaba antidepresivos y una cerveza, o quizás un añejo y exquisito coñac, por desgracia soy muy extremista. – Suelo abusar de ambas cosas hasta el punto de quedar inconsciente. – Creo que me han hospitalizado unas tres veces. Pero prefiero un par de visitas al hospital que continuar con el sufrimiento.
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SEDUCCIÓN HOMICIDA
Fiksi PenggemarEra una noche como todas en la morgue, Zee Pruk solo tenía que encargarse de un cadáver más... Que la policía había llevado, nadie lo había identificado aún. Corre el cierre de la bolsa y examina el cuerpo. Sin embargo... está respirando. Zee lo mi...