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Por lo visto, de todas las reacciones que esperaba por parte de Blackburn, actuar como un demente no estaba en las opciones, ya que él habitualmente parecía serlo. Creí que simplemente haría un comentario incómodo sobre abrazos a personas distraídas, pero me equivoqué. Amenazó de muerte a Jake y yo quedé paralizada por la impresión y perplejidad.

—¡Te lo repito, mundano miserable! —vociferó Blackburn— ¿estás ciego o quieres que te extirpe los globos oculares para que tengas una excusa coherente y digas que no te has dado cuenta del lenguaje corporal de Sophie? ¡Ella no te quiere cerca y, por ende, yo tampoco!

—¿Quién es este idiota, So? —Jake se dirigió a mí con el ceño fruncido.

—Ya te he dicho mi nombre—ladró Blackburn—ahora lárgate.

—¿De dónde lo conoces? —continuó Jake preguntándome, ignorando vilmente a Blackburn.

—Es un amigo de la universidad—respondí sin entrar en detalles.

—¿Y qué hace aquí? —increpó Jake, irritado. Sus ojos oscuros no se despegaban de Blackburn y yo me puse cada vez más nerviosa.

—La traje a casa, ¿tienes algún problema con eso, humano infeliz? —inquirió Blackburn con una mirada asesina, incluso sus pupilas se le dilataron por completo. Nueva expresión desbloqueada.

—¿Tus padres están de acuerdo con que te traiga este cavernícola sin educación hasta Snowshill? —Jake arrugó la nariz, enviándole una mirada desaprobatoria a mi rubio y extraño acompañante.

—¿Podemos hablar después, Jake? Me estoy muriendo de frío y quiero entrar a casa; ya que, como sabrás, cada año puedo venir de visita y en estos momentos hay una ola polar que está congelando el ambiente—le expliqué, frotándome los brazos por encima del abrigo y sonriendo mecánicamente para zanjar aquel enfrentamiento ridículo.

—De acuerdo, únicamente porque tú me lo pides—gruñó y sin miramientos, tiró de mi brazo hacia él, plantándome un beso en la mejilla que duró mil años desde mi perspectiva y la de Blackburn—te veo luego, ¿sí?

Asentí, agobiada por la situación. La intensidad de Jake se incrementó a mil por ciento ante la presencia de Blackburn Varkáris. Perfecto.

—¡Estoy rifando una paliza que incluye destrucción facial! —le gritó Blackburn con odio a Jake cuando este se alejó unos pasos— ¡Y para mi buena suerte, tú sacaste todos los malditos números, humano depravado!

Sus palabras me hicieron reír y Jake le enseñó el dedo corazón a lo lejos. La risa quedó atascada en mi garganta en el instante que oí la voz de mi madre detrás de nosotros.

—¿Sophie? ¿Cariño?

Blackburn por su parte, aventuró a volverse a ella antes de que yo levantara la vista y la mirara venir caminando con desconfianza hacia a mí, junto con Bowie, nuestro perro Golden Retriever de cuatro años, quien se abalanzó a mi espalda, llenándome de lamidas, ladridos y aullidos de emoción. Estuve a punto de caer, y por tercera vez, Blackburn evitó que cayera. Si seguía desafiando las leyes de la gravedad, a ese ritmo, yo le estaría debiendo mil veces la vida.

—¡Bowie! —lo reprendió mi madre y le jaló la correa.

—Estoy bien, mamá, no pasa nada—me sacudí el pelaje en mi ropa y sonreí. Hasta ese momento, percibí la mirada de mi mamá sobre Blackburn. Sus ojos castaños destilaban sorpresa y picardía. No entendí bien a qué se debía semejante expresión, hasta que sentí el apretón en el brazo, proveniente de la enorme mano de Blackburn, todavía sosteniéndome para no caer en la nieve.

—Pensé que no ibas a venir, cariño—me dijo ella, abrazándome cálidamente. Bowie se dedicó a olfatear al chico extraño de cabello rubio que yacía revolviéndole las orejas con diversión.

Ephemeral Darkness ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora