13

49 17 5
                                    

Para tener un léxico amplio, Blackburn debió haber asistido a clases intensivas de gramática, ortografía, sinónimos, antónimos y demás, y así poder expresarse de tal manera. ¿Qué persona, aparte de él, diría "acéfalo" en vez de "idiota"?

Fastidiada, forcejeé con ambos y solamente Jake me liberó. Black se negó rotundamente a liberarme de su agarre, sin importarle estar bajo el escrutinio de mis padres. Su enorme mano parecía una tenaza adherida a mi muñeca.

—Ya es suficiente, los dos—gruñó mi padre—y tú, Black, suelta a mi hija.

—Necesito hablar con ella, señor Beaumont—respondió Blackburn, sin despegarle la mirada de encima a Jake y al cabo de un segundo, volteó a ver a mi papá—por favor, solo cinco minutos...

—La que decide es ella—terció mi madre de mal humor.

Sentí la mirada expectante de Blackburn y la de Jake, que era de esperanza ante alguna posible respuesta negativa de mi parte. Incluso mis padres aguardaban lo mismo. Kore, por otro lado, simplemente observaba con fascinación la situación.

—Cinco minutos—planteé, abrumada—no más.

Blackburn asintió sin soltarme y echó andar lejos de todos, llevándome consigo con suavidad. Atravesamos la sala de espera para salir al estacionamiento en donde no estaba nevando, pero el frío era denso. Sin embargo, ninguno de los dos opinó algo al respecto sobre el clima. Él dirigió el camino hasta detenerse en la parte más alejada de cualquier persona a varios metros a la redonda. Soltó mi muñeca únicamente cuando se cercioró de que no había nadie cerca y que yo no podría huir de él, puesto que parecía un pequeño callejón en el que, para salir, tenía que salir uno primero.

—Supongo que ya dejaste de actuar como tonto—dije con desdén. Ni si quiera lo miré.

—No he cometido ningún pecado hacia a ti, como para que me quieras torturar de esta manera, Cereza de Otoño—musitó, sacudiendo la cabeza en negación. Algunas gotas de agua que aún le goteaban del cabello aterrizaron en mis mejillas.

—¿Por qué actuaste como un cretino cuando fui a verte a la habitación? —no pude evitar preguntarle con cólera. Apreté los puños para controlar mi temperamento.

No pretendía sentirme enfadada, pero la sensación de ser reemplazada o desechada por parte de Blackburn, me enfureció. No me dolió, sino todo lo contrario. Quería saber qué era lo que se traía entre manos al haberme tratado con indiferencia. ¿Acaso se debía por la presencia de su vecina y no quería que su mentira de "no tengo amigos, solo me estimulas tú" saliera a la luz? Porque, viéndolo desde otra perspectiva, sonaba ridículo. Todas las personas, alguna vez en su vida, tuvo un amigo. El ser humano estaba diseñado para convivir con más de ellos. Y Blackburn no iba a ser la excepción. Era raro, pero nada más.

—¿Estás irritada por Kore o porque supuestamente actué como no querías? —me miró con malicia, acercando su rostro al mío.

—Blackburn Varkáris—pronuncié su nombre con frustración—no me conoces en lo absoluto. Soy capaz de ignorarte a tal punto, que dudarás de tu existencia si así lo deseo. Más te vale que no me metas en tus juegos mentales—le pinché el pecho con el dedo índice y él atrapó mi mano con la suya, colocando mi palma sobre su corazón, sonriendo de tal modo que contuve la respiración. Tuve que retroceder dos pasos para no sentir la cercanía de su rostro, pero él avanzó lentamente hacia a mí, colocando su mano libre a un costado de mi cara. Mi mirada viajó de sus perfectos labios rosas hacia sus ojos, que parecían querer devorarme con picardía. Solo Dios sabía la magnitud de testosterona que Blackburn estaba destilando para que yo me sintiera mareada ante su presencia varonil. Tragué saliva, sintiendo la garganta y boca secas. No podía permitirme ser débil de nuevo y mucho menos ante él, aunque en el fondo deseaba volver a besarlo. Y quizá lo habría dejarlo hacerlo, pero...

Ephemeral Darkness ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora