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Tres días después, comprendí que Blackburn Varkáris se traía algo entre manos con respecto a mí. Habían pasado más de cuarenta y ocho horas de aquel beso apasionado en el cementerio y de su insinuación al otro día en mi habitación. Y yo no podía estar tranquila cuando él estaba cerca. De alguna manera, me las arreglé para que Blackburn dejara en paz a Jake Wood por las mañanas al limpiar la nieve de mi casa, a cambio de hacer paseos nocturnos luego de la cena y discutir sobre mi libro favorito que se dispuso a leer. Y esta noche había por fin concluido su lectura; y la indignación era muy fuerte en él.

—Wanda no debería hacerle caso a Melanie sobre Jared o Ian—increpó con amargura y yo reí—es decir, la humana tonta no quiere que bese a su novio, pero tampoco al otro humano que está enamorado de la extraterrestre, ¿Quién la entiende?

—Es complicado. Imagina estar prisionero en tu propio cuerpo y alguien más tenga control de él como si fuera suyo—sacudí la cabeza—Melanie tuvo suerte que implantaran a Wanda dentro de ella y no a alguien peor.

—La escritora debió poner que Wanda hizo pedazos a Melanie dentro de su cabeza—gruñó, molesto—no aporta nada a la trama, solo el cuadrado amoroso y patético—pateó una piedra que se hundió en la nieve a unos metros de distancia—el mejor final habría sido que la extraterrestre se quedase con ambos y vivir felizmente. La humana que lo escribió no sabe lo que es bueno para el corazón y el cuerpo.

—¿Un trío? —rompí a reír más. Verlo indignado por un libro era lo más hermoso del mundo. Sus mejillas estaban más enrojecidas por la irritación que por el frío.

—Sí. Un trío. Total, Jared iba a tener el cuerpo de Melanie e Ian el alma de Wanda. Fin de la historia.

—No estás tomando en cuenta los sentimientos de ninguno, Black. Piensa, ¿Qué harías tú si eso ocurriera en la vida real?

—¿A qué te refieres? —frunció el ceño.

—Si tuvieras una novia a quien amaras con todo tu corazón y de repente, la secuestran y le implantan el alma de un alienígena dentro que empieza a mover su cuerpo a su antojo, dejando a tu amada prisionera en su cabeza—comencé a decir—y te reencuentras con ella tiempo después y notas que algo no anda bien, que es otra persona, pero tiene el mismo cuerpo. ¿La seguirías amando?

—Mentiría si te doy una respuesta ahora mismo—expresó, contrariado.

—¿Por qué?

—Porque jamás he amado a alguien y mucho menos con tal intensidad como para decidir algo tan fatídico—tragó saliva—esa historia de The Host es asombrosa, pero es un alivio que sea únicamente ciencia ficción.

—Sí, ya que, si hubiera la más mínima oportunidad de usurpar cuerpos, sería totalmente miserable.

—¿Crees que sería miserable? —preguntó. Sus ojos denotaron muchísima tristeza. ¿Tanto le había afectado el libro?

—Por supuesto. En el libro logramos empatizar con Wanda porque estuvimos desde su perspectiva, pero en la vida real eso sería atroz e inhumano.

—¿Y por qué es tu libro favorito?

—Porque en la historia, los extraterrestres trajeron la cura del cáncer y de todas las enfermedades mortales—expliqué con cierta nostalgia—solo por eso sería lindo que pudiera pasar, por la cura, de ahí no—suspiré—cada que leo el libro, imagino que puedo tener esa medicina en mis manos y dárselas a mi tía y abuelo para estar sanos.

—Por el amor que todavía les profesas, asumo, con toda certeza, que fueron buenos humanos y me alegra que atesores sus recuerdos en tu corazón, Cereza de Otoño.

Ephemeral Darkness ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora