08 - La indicada

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Los días pasaron y yo logré recuperarme. Enzo se había encargado de buscar a Gian para llevarlo a la escuela y de traerlo también. Los dejaba a la tarde conmigo mientras él iba a entrenar.

El viernes por fin pude volver a trabajar después de dejar a Gian en la escuela, no había visto a Enzo y a Oli, probablemente llegarían tarde.
Estaba súper atrasada con mis cosas pero no había nada de vida o muerte. Simplemente me tocaba organizarme en orden de prioridades.

Terminé de acomodarme y hacer mi mate cuando alguien golpea la puerta.

—Adelante –dije mientras prestaba atención a unos papeles que tenía que firmar–.

—Permiso -la puerta se abrió y reconocí de inmediato esa voz-.

—Enzo –levante la vista sonriendo y me levanté de mi asiento–. Hola, llegaste temprano –me reí y me acerque–.

—Si, hoy tengo partido más tarde –sonrio y se acercó a abrazarme–.

—¿Estás feliz de ir a ver las casas? –lo mire mientras nos separabamos del abrazo, el tenía sus manos en mi cintura y yo las mías en su hombro–.

—Si –me miro a los ojos–. Tengo muchas ganas de verlas, y de pasar tiempo con vos –se mordió el labio sutilmente–.

—Bueno –me reí algo sonrojada–. Sentate –me aleje y volví a mi sentarme–. Dame unos minutos que termino esto y nos vamos ¿Si? –lo mire mientras volvía a agarrar mis papeles–.

—Si no te preocupes, vos hace lo tuyo –sonrio y se acomodó en el sofá frente a mi–. Si querés puedo cebarte el mate mientras

—Dale –me reí–. Siempre queda parado un rato –se lo pase–.

Me puse a terminar de formar unos papeles y acomodarnos mientras Enzo me pasaba un mate cada tanto. Después de como media hora termine de firmar todo lo que era urgente y lo mire.

—Bueno, ¿vamos? –sonrei y me levanté de mi silla agarrando las carpetas de las casa que le habían gustado y mi bolso–. Deja el mate ahí nomás, después yo lo limpio

—Si, vamos –sonrio levantándose del sofá y dejando el mate en la mesita–.

Salimos dea oficina y cada quien se subió a su auto, Enzo iba siguiéndome. La primera casa estaba a las afueras de la ciudad, era la más grande de todas. Yo tenía la ruta marcada en el GPS del auto y se la envié a Enzo al teléfono.

Después de 30 minutos andando llegamos, atravesamos el portón eléctrico del que yo tenía llave y estacionamos frente a la casa.

—Bien, esta es la primera casa –agarre la ficha cuando ambos nos paramos frente a la casa–.

—Afuera me gusta, tiene buen patio –dijo mirando alrededor–. ¿Cuántas habitaciones tiene? –me miró–.

—Esta tiene... –mire dentro de la carpeta– Cinco habitaciones –lo miré–. ¿Entramos? –sonrei y empecé a caminar a la entrada, el asintió siguiéndome–.

Abrí la puerta y dejé que el entrara primero para después cerrarla detrás de mí.

—Bueno, la casa tiene cinco habitaciones, dos baños, lavadero aparte... –dije mientras leía y recorríamos la primera parte de la casa, él miraba todo con sumo detalle–.

London [Enzo Fernández]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora