𝟏𝟖. 𝐑𝐚𝐬𝐜𝐚𝐟𝐫𝐢𝐚

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|EVE|

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La localidad de Rascafría, ubicada al norte de la Comunidad de Madrid, en la Sierra de Guadarrama, era el lugar perfecto para darte una escapadita y poder disfrutar de la naturaleza. Encontrabas desde cascadas hasta montañas. El ambiente era puro como el de esos parajes que salían en las películas en las que todo era campo fresco y verde y estaba más que segura de que íbamos a ver paisajes difíciles de olvidar.

El único inconveniente, por decir algo, era el clima; era bastante dispar al del centro de Madrid y sus alrededores. Sufrimos un notable cambio climático al llegar. Dejamos de sentir ese calorcito que nos acompañó en el autocar para comenzar a congelarnos como cubitos de hielos. Hacía frío, mucho más del que esperaba. Vaho helado escapaba de nuestras bocas cuando respiramos, mis manos se comenzaban a enfriar y los dedos empezaban a dormirse por la sensación de frío.

Sofocada, tomé asiento en un muro de piedra aleatorio con el que me topé por el camino. Desde allí podía ver cómo el resto de mis compañeros seguían caminando, alejándose. No les perdía de vista para así evitar no perderme después. Los vigilaba mientras intentaba recuperar el aire perdido por la caminata en mitad de la nada.

¿Nos habíamos perdido o es que esa catedral a la que nos querían llevar estaba bien escondida en mitad de aquella localidad plagada de caminos sin destino?

—¡Vamos! —Ian agitó la mano en el aire, invitándome a que siguiese su ritmo al andar. Estaba demasiado lejos de mí, no lo suficiente como para no oír lo que me decía desde su posición.

Negué con la mano, aprovechando que ninguno de sus amigos me veía, ya que Ian, en cuanto bajamos del autocar, se alejó de mí sin avisar y se perdió por ahí con sus conocidos. Ahí estaba el cambio del que hablé, ese que temía que llegase, pero que en realidad esperaba recibir de nuevo: Ian volvía a ser frío y distante conmigo.

Descubrí que su buen humor finalizó cuando intenté acercarme a él para hablar como habíamos estado haciendo en el bus y así poder preguntarle si se encontraba mejor tras su ataque nervioso, él fingió no escucharme ni conocerme y me dejó con la palabra en la boca para largarse con los que mencioné.

Una vez más se avergonzaba de mí. Por ello prefería ser yo la que mantuviese las distancias para que la situación no fuese a peor. No quería que se enfadase conmigo por acercarme a él mientras estaba acompañado ni nada por el estilo; prefería darle su espacio y respetar que no quisiera que le vieran conmigo.

Lo respetaba, pero me dolía. Era agotador y doloroso que Ian siempre estuviese tratándome mal y después bien para más tarde de nuevo mal, me destrozaba demasiado su cambiante actitud. Como diría Val: Los géminis eran contradictorios y llegaban a ser bastante hipócritas.

—¿Por qué te quedas atrás? —preguntó el pelinegro al llegar a mí, mirando por el rabillo del ojo la pandilla de chicas y chicos que abandonó para acercarse.

𝐔𝐧 𝐁𝐞𝐬𝐨 𝐈𝐧𝐞𝐱𝐩𝐞𝐫𝐭𝐨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora