Apariencias

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Día 3: Mi jefe me odia

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—Eres mi peor empleado, ¿lo sabías? —espetó—. Te debería despedir.

—Hazlo —musitó—. Yo tampoco te soporto... ¡Ay!

—¿En serio? Entonces, haré que me detestes más —sentenció, tirándole el cabello—. Ya lo verás.

Kokōnoi besó con rudeza los labios del hombre que tenía preso en la pared de su oficina, mientras sin descaro rozaba su miembro en la entrepierna de su empleado. Logrando encender aún más el fuego que ardía en su interior.

Inupi jadeó cuando su jefe le mordió el labio inferior; sin embargo, Hajime lo calló, colocando la mano en sus labios. El sonido que se escapó de su boca lo enloqueció, pero como se encontraban en un horario laboral, debían disimular. Evitando informar a todos los demás que adentro del lugar un volcán estaba por estallar.

Kokō le dio la vuelta, mientras sus dedos bajaban por la espina dorsal que se arqueó al instante. Su reacción le hacía recordar que su hombre solo vibraba con su tacto. Rápidamente, le abrió el pantalón, metiendo la mano con desesperación. Inupi murmuró una maldición, pues su jefe lo estaba acariciando sin control. Hajime le lamió el lóbulo de la oreja, antes de terminar de bajarle las prendas.

El hombre llevó los dedos a la boca de su amante para meterlos en ella, luego descendió hasta llegar al punto exacto donde lo iba a profanar. Kokōnoi masajeó la zona, humectando la cavidad que lo iba a albergar, mientras Seishu gimoteaba lleno de excitación.

La forma en la que su jefe lo estimó lo hizo arañar la pared para no caer tumbado a sus pies. Hajime se bajó el pantalón; tomando su virilidad con las manos para llevarla a las puertas del cielo. Su cielo. El sitio que lo hacía soñar.

Con firmeza entró, llegando hasta el final del abismo que lo hizo palpitar. Inupi lo recibió con su calor, apretando sus paredes para hacerlo blasfemar. Hajime jadeó, al mismo tiempo que lo embistió; clavando las uñas en sus costados para sincronizar el vaivén que lo enloqueció.

El empleado se arqueó; tomándolo del cuello, mientras dejaba una de sus manos apoyada a la pared. Intentando sostener la fragilidad de su cuerpo, que, al parecer, estaba por desfallecer. Inupi mordió la oreja de su superior, metiendo los dedos en sus cabellos, al mismo tiempo que expulsó un jadeó. Él quería gritar. Deseaba gritar. Sin embargo, debía callar, tenía que tragarse sus delirios para no arruinar el idilio que tenía con el hombre que arremetía en su interior.

—Ko-Kokō ya no puedo más, yo voy a... ¡Ay! —exclamó en su cuello, enterrando el rostro en la clavícula de su amante, mientras se corría en sus manos.

Hajime lo embistió con todas sus fuerzas, pues los espasmos de su hombre lo apretaron más y más hasta hacerlo derramarse dentro de su ser. Expulsando sus fluidos, llenándolo con su tesoro más preciado.

—Te amo —balbuceó, abrazándolo fuertemente—. Te amo; aunque seas mi peor empleado.

—Te amo, jefe detestable —confesó, besándolo en los labios—. Te odio por ser un explotador, pero te amo más que a mi vida.

La pareja se besó sin control, recordándose su amor. Un amor que debía ser secreto para que todos en la oficina siguieran creyendo que se odiaban más que a nada en el mundo.

Fin.

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¡Hola!

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¡Hola!

¿Cómo están?

Bueno, el tema de hoy me tenía un poco indecisa en cuanto a la forma en la que lo debía abordar. Sin embargo, algo dentro de mí fue más fuerte y por eso me incliné por el lemon.

Es que ellos merecían tener un momento de pasión; así tuviesen que aparentar que se detestaban.

Espero que les haya gustado.

Los quiero mucho.

Nos leemos mañana.

GabyJA 

Eterno [KokōInu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora