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epílogo: restaurante elegante
To you I can admit that I'm just too soft for all of it . . .
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San Diego, seis meses después
La rehabilitación no es divertida. No importa si te rehabilitas de las drogas, del alcohol o, en mi caso, de una rama.
Era patético, la verdad. Contar la historia era muy emocionante hasta que llegabas a aquella parte, donde todo se volvía bastante raro. Porque como le explicas a un amigo con él que no te hablas desde hace más de dos años que se te clavó una rama en la pierna y que a tu novio que te dobla la edad no se le ocurrió mejor idea que quitártela.
Realmente patético. Pero ahora por fin había terminado, tras seis meses de ejercicios y estiramientos, volvía a andar.
No fue extraño, ni mucho menos mágico o revelador. El proceso había sido lento, me había ido acostumbrando a sentir el suelo poco a poco y a la hora de andar de verdad no se sintió diferente.
Aquellos últimos meses Pete y yo habíamos estado muy bien, más que bien. Él se había quedado en San Diego conmigo, negándose a irse a otra misión. Practicamente era un parásito en mi piso, uno muy desordenado.
Me acompañaba todos los días al fisioterapeuta y estuvo presente en todas mis visitas al médico, sobre todo cuando una enfermera lo confundió con mi padre. Esa mañana habíamos ido en moto hasta el médico, habíamos comido juntos y me había dejado en el fisio muy pronto. Me había dicho que tenía prisa por algo relacionado con un avión y un motor, no fue su mejor excusa.
Metí la llave en la puerta de mi apartamento pero tenía la llave que le había dado a Pete puesta por dentro, haciendo que no pudiera entrar. Toqué el timbre y Pete apareció a los segundos.
Llevaba un pantalón azul y una camiseta blanca, literalmente, las únicas piezas de ropa que conformaban su armario. Pero lo que llevaba puesto no era lo importante, sino todo lo demás. El apartamento estaba iluminado únicamente por muchísimas velas, todas colocadas estratégicamente alrededor de una mesa, que tenía pétalos de rosa esparcidos y con una cena esperándonos.
ᅳMe he apropiado un poco de la cocina ᅳdijo Pete, cogiendo mi chaqueta y mi bolso, no sin antes darme un beso fugaz en la boca.
Me sonrojé, pero di gracias a que estábamos en penumbra él no pudo verlo.
ᅳ¿Qué es todo esto? ᅳfue lo único que pude decir, sin dejar de sonreir en ningún momento. Aquello era increíble.
Pete volvió a ponerse en frente mía, enrollando sus brazos en mi cintura.
ᅳTe debía una cita de verdad, ¿te acuerdas? ᅳdijo, dejando varios besos por mi cara y cuello. Era cierto que en aquellos seis meses no tuvimos tiempo que tener una cita de verdad, sí que salíamos a comer y pasábamos mucho tiempo juntos, pero aquel tipo de citas nunca habían ocurrido en nuestra relaciónᅳ. Además, hay que celebrar que mi novia ya no está tullida.
Escondí mi cabeza en el hueco de su cuello, ahogando mi carcajada. Levanté mi cabeza y le miré, apretando los labios y negando, intentando aparentar molesta.
ᅳDejó de ser gracioso cuando empezaste a hablarle a la gente de mí como "tu tullida" ᅳasentí, arqueando mis cejas.
Él me calló con un beso largo y bonito, del que se separó para hablar. Siempre se separaba de los besos primero, aún intentaba averiguar porque.
ᅳTe he echado de menos ᅳmurmuró a mi oído, mordisqueándolo un poquito.
ᅳNos vimos esta mañana ᅳdije, pasando las manos por su pelo.
ᅳMe refiero a ti caminando ᅳlo dijo en el mismo tono provocador que la otra frase.
Ahora fui yo quien me separé de él, con los labios y el ceño fruncido. Cuando me volvió a besar no le dejé que se separara.
ᅳVamos a cenar.
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nora is (s)talking . . .
tan monos ellos me los como
pues nada, ahora sí que sí esto es el final. me ha encantado escribir esta historia y saciar mis daddy issues. muchísimas gracias a todas y todos los que habeis seguido este fic, os guardo un lugar muy bonito en mi corazón junto con daisy y pete
