XLIII

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ALISTAIR

Se estaba comiendo las uñas de forma literal.

No sabía de qué otra manera actuar, cuando las manos le picaban por cruzar la puerta que tenía a Gibbs con Evolet después de haberla encontrado, y regresado al lugar que pertenecía.

La impotencia lo carcomía, y no precisamente por algún tipo de culpa, si no por lo que podía estar haciendo, y sencillamente se cruzaba de brazos por la llana razón de seguir guardando las apariencias.

¿A qué le temía?

¿A sus padres?

Eso era lo último que le pasaba por la cabeza.

Los conocía y estarían orgullosos de él.

¿Entonces?

Odiaba aceptárselo, pero lo que lo tenía asi era el qué dirán.

Aquello que en el pasado tenía sin cuidado a ese niño iluso que se fue con sueños absurdos, y regresó con la cabeza tan llena de mierda, que creía que simplemente pensar diferente era su mayor condena.

Estando tan sumido en sus ideas absurdas, porque entendía que lo eran, que ni siquiera se estaba enfocando, en que aparentemente seria padre dentro de poco, y que Walsh se estaba tomando atribuciones que no le correspondían al sacarle información al secuestrador por casi dos días seguidos, mientras la familia al completo se hallaba enfocada en la salud de su cuñada.

En que despertara, puesto que, solo deliraba a causa de los golpes recibidos en todas partes del cuerpo, pese a que no eran demasiado fatalista.

Solo con una fiebre que no cedía, y la ponía a delirar.

No habiendo entrado a comprobarlo, porque sencillamente no podía.

Si lo hacía, se delataría.

Bufó fastidiado apretando los puños a los costados mientras caminaba por los pasillos, saliendo de sus pensamientos cuando escuchó una voz potente alzarse, claramente, dispuesta a hacerse valer sin importar ningún tipo de sugerencia o recomendación.

Eso avivó su espíritu cotilla, que siempre recibía como una magnifica distracción a su cabeza, siendo el mejor obsequio del creador hacia su entidad.

—Tóquela y le parto la cara —¡Wow!

Eso se estaba saliendo de control.

Su hermano parecía un toro embravecido, siguió su voz y lo que apreció ni bien llegó a la puerta de su habitación y la halló entreabierta, fue como sin cortarse tomaba a Gibbs de la camisa estrujándolo.

—Me ha impedido examinarla con libertad, y está olvidando que se tiró de un carruaje en movimiento, y con esa revisión puedo ubicar la razón de que la fiebre no ceda —llevaba razón.

—Si ella no lo avala, me temo que tendrá que hacer lo que pueda con lo que se le brinda —estaba siendo más tozudo de lo normal.

—Deja que el doctor haga su trabajo —la voz de su madre, que apareció en escena indicaba que ese enfrentamiento no era el primero.

Estaba agotada, y malhumorada.

—Debe tener plena confianza de que no me sobrepasaré de mi papel de paciente médico, al que siempre le he sido fiel —era un caballero en todo el sentido de la palabra.

—Puede decir lo que se le venga en gana, pero para esto no confío en usted —su madre gimió frustrada —. Lamento tener que decirle esto cuando es el médico de cabecera de la familia, pero Evolet nunca ha querido que la examine más de lo debido, y estando vulnerable no permitiré que algo le moleste en la medida de lo posible.

ACTUANDO CON EL CORAZÓN (EL ESCOCES Y LA AMERICANA) || TRILOGIA STEWART #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora