🌜Capítulo 24🌛

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No se lo creerán cuando les cuente, incluso yo estoy sorprendida con todo lo que hemos avanzado con Klaus estas dos semanas.

Estuvimos ese domingo en mi departamento haciéndolo en cada maldita superficie y posición que se nos ocurriera. Incluso se quedó esa noche viendo unos episodios de The Walking Dead con Ossy y conmigo y fue raro de cojones, para que nos vamos a engañar. Me conozco y me conocen sabemos cómo soy, pero entre esa rareza hubo algo que me pareció extrañamente reconfortante.

Durante estos días él ha dividido su tiempo entre las clases y visitas al hospital. En una ocasión fui junto a él a visitar a su madre y no fue tan incómodo como me temí en un principio. Me hicieron sentir bastante bien entre los dos, al punto que permití que me abrazara lo que me extrañó de gran forma porque nunca devuelvo un abrazo porque si.

Pero volvamos a Klaus.

Bien, seamos sinceras.

Sé que todo esto es parte de mi plan para tenerlo cerca y acabarlo cuando menos se lo imagine aunque si me crea taquicardia el hecho de pasar tanto tiempo junto a otra persona ya que estoy acostumbrada a mi soledad. Pero no había sido para nada alarmante o asfixiante como creí que sería.

Con él no tengo la presión de tener a un hombre las 24 horas del día respirándome en la nuca. Es incluso hasta confortable estar sentados en los sofás exteriores al anochecer y acurrucarnos junto al otro frente a la hogera mientras leemos o hablamos de que hicimos en el día. Porque si, habíamos pasado cada maldita noche desde ese día juntos.

Si, asi como lo lees. Yo, Khaity Wolf Ortega, me estaba comenzando a sentir cómoda compartiendo mi intimidad con un mastodonte de casi dos metros que ama dormir de cucharita conmigo y se apodera de toda la cama cuando duerme.

Por increíble que parezca habíamos desarrollado una rutina bastante cómoda en estos días. Nos levantábamos y aveces jugábamos al cepillarnos los dientes, embarrando de pasta al otro o molestándonos en la ducha aunque si siempre terminaba en cogidas mañaneras que nos hacía llegar tarde cada día.

Luego ibamos a la universidad donde cada cual tomaba sus horarios hasta que llegaba la tarde, él iba al hospital y yo bueno, yo hacia mis cosas. Y para acabar la jornada llegaba a la hora de cena y nos inventábamos en que pasar el tiempo hasta que caíamos rendidos.

No sé en que momento paso, pero parte de mis gabetas ya contenían parte de sus cosas y mi baño estaba invadido de sus artículos de higiene personal y eso me tenía tanto bien, como mal.

Bien porque sus camisetas se habían convertido en mi nueva ropa preferida para andar por casa. Casi que me llegaban a las rodillas pero era tan delicioso estar con ellas sin necesidad de usar ropa interior que no quería renunciar a usarlas. También estaba el hecho de que a Klaus le había desbloqueado un fuerte fetiche el llegar a mi departamento y verme con ellas que algunas veces ni daba tiempo a llegar al sofá del salón ya que me empotraba contra la misma puerta.

La parte mala es que esto se me estaba hiendo jodidamente de las manos. Mierda, que prácticamente vivíamos juntos. Yo, una que ni siquiera sabe dormir en la misma cama con el hombre que se tira, estoy compartiendo desayunos y mantas con un solo hombre. Y ni hablar de que no me deja ni con energías para pensar siquiera en acostarme con otro tío. Y eso me está jodiendo como no pueden imaginarse.

Yo no se que mierda significa la exclusividad, yo ni siquiera se como coño se tiene una relación y aquí estoy, durmiendo cada noche con el mismo hombre como si fuera una relación real y no una más de mis maquiavélicas locuras.

¿Y sabes lo peor de todo?

Que me esta gustado como la mierda, y eso esta mal. Esta muy mal porque no se supone que me guste compartir con él hasta el silencio. Que me guste que lea mientras estoy acurrucada sobre su regazo en le sillón de la esquina de lectura. O que lo haga con alguno de mis romances en voz alta hasta que me duermo sobre su cuerpo y deba llevarme en brazos a la cama.

Adicción sabor NutellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora